“38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa;41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.” Mateo 5:38-41
El capítulo 5 del libro de Mateo, comienza con las bienaventuranzas. En este sermón, el sermón del monte, Jesús describe el carácter que, como hijos de Dios, nosotros debemos tener, y los beneficios que acarrea esto para nuestras vidas.
Más adelante, en los versos 38-41, Jesús comienza a retar los pensamientos que habían sido establecidos en la ley, específicamente en el área de la restitución. Hoy día tenemos una manera diferente de resolver nuestras diferencias, pero, en el aquel entonces, la ley de restitución establecía cuál era la venganza que se tomaría ante una acción incorrecta.
Aquella ley decía: Ojo por ojo, y diente por diente. Era una ley fuerte, pero era una ley que aseguraba que el pago no fuera más grande que la ofensa. Se aseguraba de hacerles justicia a los más pequeños, a los inocentes. Pero sabemos que Jesús vino a retar muchos de los sistemas establecidos por el legalismo, por la religiosidad.
Cuando Jesús está hablando las palabras que vemos en estos versos, cambia el contexto de la ley de restitución.
Jesús estaba hablando a los judíos. En aquel momento, el imperio romano dominaba políticamente aquel lugar. Lo que decía la ley de los romanos era que el más pequeño de los romanos tenía autoridad sobre el más grande de los judíos para que, caminando, le dijera: Toma mi carga, y llévala por una milla. Y, el judío que recibiera esta orden, estaba obligado a llegar aquella carga por una milla.
Seguramente, para los judíos, aquel sermón de Jesús iba muy bien, hasta que dijo que llevarán la carga del que se lo pidiera, no por una milla, sino por dos. Jesús pudo haber dicho: Y a los romanos les digo: Lleven ustedes sus propias cargas. Pero eso no fue lo que Jesús dijo.
Aquellos judíos deben haberse disgustado. Pero, ¿cuál es el objetivo de Jesús cuando hace estas expresiones? Esta parte del sermón del monte, es también una enseñanza, y trabaja con un área específica de nuestro carácter.
Cuando hacemos las cosas por obligación, por más que queramos disimular, nuestra actitud se deja ver. Quizás te obligaron a practicar algún deporte, a aprender a tocar un instrumento. Y es que hay ocasiones en las que se nos obliga a hacer algo, no por mal, sino por nuestro bien, porque es de beneficio para nuestro carácter.
Eso es exactamente lo que Jesús estaba haciendo. Él sabía que estaba diciendo algo difícil de digerir, pero sabía también que sería de beneficio para el que lo escuchara, lo recibiera y lo aplicara. El que lo hiciera, recibiría los beneficios de aquella instrucción.
A veces, no entendemos la lógica detrás de la instrucción, pero no es hasta que obedecemos que entonces podemos apreciar y disfrutar de los beneficios de aquello que en un principio no entendimos.
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