El cristiano no puede tener una vida espiritual pasiva. Por el contrario, esta debe ser bien ofensiva. Desde que nos convertimos en hijos de Dios, simultáneamente nos convertimos en mega enemigos de Satanás. Desde ese momento en que asumimos la posición de hijos de Dios, recibiendo a Jesús como Señor y Salvador, somos transferidos de un reino a otro reino: del reino de las tinieblas al Reino de la luz. Esos dos reinos están en constante guerra y nosotros no podemos vivir como simples hijos de Dios. Su Palabra, en Apocalipsis 1:6, declara que los creyentes somos reyes y sacerdotes. Somos reyes porque pertenecemos a un reino para gobernar y para avanzar hacia delante en la conquista de las almas; y sacerdotes para ministrar a Dios.
Si el reino de las tinieblas se opone al Reino de la luz, nosotros como hijos de Dios, somos integrantes de su ejército y por consiguiente, debemos prepararnos para la guerra. No tenemos excusa diciendo que estamos en la retaguardia, en la parte de atrás del ejército y viviendo livianamente sin hacer nada, porque principalmente esta es una guerra por nuestras propias vidas. Aunque queramos ignorar a Satanás y decidir "no meternos" con él, estamos en su mira y él va a atacarnos al menor descuido.
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
La Palabra nos advierte que tenemos una constante lucha y esta no es contra carne ni sangre. Debemos entender y ser conscientes de que nuestros verdaderos enemigos son el diablo y sus demonios. ¿Qué, pues, debemos hacer? Equiparnos apropiadamente de acuerdo a las instrucciones que dice la Biblia y tomar las armas que el Señor nos confiere.
“Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas" (2 Corintios 10:4).
¿Cómo se aplica esta porción de la Palabra? Por ejemplo: si en un matrimonio existe un problema, el arma carnal de la esposa puede ser no hablarle al marido ni dejar que él la toque. Entonces el marido también usa el arma carnal y decide no darle dinero.
¡No! En este conflicto, las armas carnales no funcionan. Esta es una guerra espiritual y nuestras armas son espirituales. En 1 Corintios 13:13 nos dice: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”.
Tres cosas son poderosas: la fe, la esperanza y el amor. Si existe un problema entre los cónyuges, la única solución es el amor y el perdón. Nuestras armas no son carnales. La razón nos va a guiar a que sigamos el mismo modelo que siguieron nuestros antepasados (la mentira, la violencia, el maltrato), pero las armas carnales no tienen poder. ¿Cómo dice la Biblia que se vence el mal? Con el bien. “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12:21).
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