Los primeros versículos de Deuteronomio 28 hablan sobre las recompensas de la obediencia a Dios. En el versículo 23, comienza a hablar de las consecuencias de la desobediencia a Dios, diciendo:Y los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas.
De la misma forma que hay cielo nuevo y tierra nueva para aquellos que hemos creído, hay algunos que viven bajo cielos de bronce y sobre tierra de hierro; nada ocurre en sus vidas.
Como en las caricaturas, cuando el muñequito siempre tiene una nube negra encima, así hay mucha gente que van a la iglesia pero los cielos están cerrados. Sobre ellos, el cielo es de bronce; nada entra, nada sale, la tierra no responde a nada, es hierro.
La frustración de mucha gente es que no haya ninguna respuesta del cielo, que no haya ninguna reacción al cielo, que no haya ninguna reacción a nada. Hay muchos cristianos que, aunque aman a Dios con todo su corazón, lamentablemente los cielos están cerrados sobre ellos.
Pero, ¿qué hace que los cielos se cierren sobre una persona? ¿Que hace que la promesa del cielo nuevo y de la tierra nueva que Dios quiere darte no se manifieste?
Primero, la desobediencia, el desobedecer a Dios, que no necesariamente es pecar. Desobedecer es no hacer lo que Dios quiere que hagas, no responder a la voz de Dios. ¿Cuántas veces el Señor te ha movido a orar por alguien en tu habitación o a leer la palabra y no lo hiciste? Si el corazón no está listo para obedecer a Dios, para reaccionar a Dios, no puede haber respuesta del cielo.
Otra cosa que hace que los cielos se cierren sobre una persona son sus declaraciones. Hay gente que está viviendo con cielos cerrados sobre su vida, con cielos de bronce, por toda la maldición que hablan, toda la queja que tienen, por todo lo que declaran negativo sobre su vida.
¿Sabes cuántas palabras dices, cuántas oraciones haces, que cancelan el poder de Dios en esta tierra? La misma iglesia, a veces, lo que habla es de terremotos, del pecado; pero, ¿dónde está la bendición y los cristianos que están haciendo las cosas bien? ¿Dónde está la gente que está creyendo, que está progresando, que está prosperando? Si alguien prospera, se le condena y se le juzga, cuando lo que debes hacer es todo lo contrario. Si alguien prospera, debes alegrarte y decir: Si ese prosperó, yo también lo voy a hacer.
Escoge creer en el Dios que le puede dar a uno tanto como le puede dar a otro, porque Dios no le tiene que quitar a nadie para darle a otro. Dios es el dueño del oro y de la plata. Él es el dueño de todas las cosas.
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