En Lucas 19:41-44, el Maestro estaba hablando de lo triste que él se sentía, y el dolor que experimentó, al no poder ser reconocido y aceptado en su generación, como el Mesías prometido.
Muchos no entendieron, no recibieron el hecho de que él era Aquel que ellos habían estado esperando; que era de él de quien hablaron todos los profetas. Pasó tres años y medio en aquel lugar, hizo milagros, hizo grandes cosas, y todavía aquella gente no lo entendía, no lo comprendía. Por eso dijo: Ustedes perdieron el día de su visitación.
Jesús se entristeció porque no lo reconocieron, no pudieron entender quién él era.
Una de las frustraciones que tiene todo ser humano, en un momento dado, es pasar desapercibido en esta vida. La gente está falta de reconocimiento; quieren diplomas, placas, trofeos, ser reconocidos en público, ser admirados. Todos necesitamos eso, de alguna u otra manera; solo que hay quienes lo desean desmedidamente, de una manera irracional, y buscan llamar la atención.
Jesús experimentó esta tristeza, no por un problema de autoestima, sino porque era un detalle del cumplimiento de la profecía. No habían entendido lo que proféticamente él representaba para ellos. Eso causó tristeza y dolor en su vida.
Lo triste no fue que una persona no lo reconociera, sino que toda una generación perdiera de vista quién él era, todo un pueblo no entendió quién él era.
Cuando sabes quién tú eres, lo que Dios ha hecho en tu vida, lo que Dios te ha llamado a hacer, triste sería que una generación completa se pierda de lo que Dios quiere hacer contigo.
Jesús dijo que, si en Sodoma se hubiesen hecho los milagros que se hicieron en Capernaum, hace mucho se hubiesen arrepentido, y hubiese permanecido. Aquello era un insulto para Capernaum; Jesús estaba diciendo que aquel lugar era peor que Sodoma, por no creer en él como el Mesías prometido, a pesar de todos los milagros que él había hecho allí.
Y es que, hay gente a la que tú nunca vas a convencer de quien tú eres, por más que tú hagas. Porque para recibir quien tú eres, tiene que ser por revelación, por conexión y por relación, no por lo que haces.
Deja de estar tratando de impresionar a la gente. Que la gente reciba revelación de quien tú eres, a través del Espíritu, para que entiendan, entonces, la grandeza de lo que Dios ha puesto en ti, y puedan ver al Cristo que está dentro de ti.
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