EN TODO LUGAR

Tenemos una responsabilidad de hacer la vida de los otros mejor, de interferir en el momento en que haga falta, de detener una confesión negativa. Cuando alguien haga una confesión negativa, no tengas vergüenza en decir: Yo ato y paralizo esas palabras, en el nombre de Jesús. ¡Qué aprendan a hablar correctamente!
La revelación que hay en tu vida, no puede ser tan solo para ti.
En Deuteronomio 6, dice que los mandatos y estatutos que Dios les daba eran para ponerlos por obra en la tierra a la que pasaban para tomarla, para que temieran a Jehová, guardándolos ellos, sus hijos, y los hijos de sus hijos, para que sus días fueran prolongados. Dios les mandó que repitieran aquellas palabras a sus hijos, y hablaran de ellas estando en casa y andando por el camino y al acostarse y cuando se levantasen, y las ataran como señal en sus manos, y dijo que estas estarían como frontales entre sus ojos, y las escribirían en los postes de sus casas y en sus puertas.
En esta escritura, vemos un gran mandamiento que Dios puso sobre nuestra vida: Que lo que recibimos de parte de Dios, no es solamente para nosotros, sino que es nuestra responsabilidad divulgar, propagar, llevar más allá, pasar a las próximas generaciones aquello que hemos recibido de parte de nuestro Dios.
No podemos permitir que las próximas generaciones no reciban la enseñanza, la estructura, que no entiendan lo importante de aquello que nosotros hacemos. Tenemos que enseñar a nuestros hijos lo que hemos aprendido de la palabra del Señor

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