Hay muchas maneras de estudiar las palabras y la vida de nuestro Señor Jesucristo. Al estudiar su vida, los mismos evangelios, Mateo, Marcos, Lucas, Juan, nos demuestran que hay 4 perspectivas diferentes de la persona de Cristo; nos muestran a Jesús como el Hijo de Dios, como el Hijo del Hombre, y como el Rey. Esto nos permite visualizar a Cristo de diferentes maneras para entender el mensaje completo.
Las palabras de nuestro Señor Jesucristo van desde lo que dijo de sí mismo, hasta lo que dijo del Padre; desde las cosas que le dijo a sus discípulos, hasta lo que dijo a la multitud.
Esta perspectiva amplia es para que entiendas que, lo dicho en estas líneas, no encierra todo el poder de las palabras de nuestro Señor Jesucristo, sino tan solo una parte en específico.
Juan 1:1 comienza de una manera similar al evangelio de Mateo, hablando del inicio de nuestro Señor Jesucristo; pero, mientras los otros evangelistas dan sus genealogías naturales, Juan lo presenta de esta forma:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios.Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.”
Al analizar la persona de Cristo, lo más poderoso no son los milagros, sino la palabra. Y es que, aunque un milagro puede transformar tu vida, no es más que el resultado de una palabra. Si analizas todos los milagros de Jesucristo, te darás cuenta que, en todos ellos, siempre hubo una palabra involucrada, ya sea antes, en medio, o después de cada milagro.
La palabra, o desataba el milagro, o desataba a la persona para que recibiera el milagro, o hacía que el milagro se completara. Hubo milagros que Jesucristo hizo poco a poco, en etapas. A un ciego lo sano al instante, a otro, lo envío al estanque a lavarse.
Hay milagros que hizo con el propósito de enseñar algo; como en el momento que le llevan a un hombre endemoniado, preguntándole a Cristo si la culpa era del hombre o de sus padres. Él les dijo que no importa quién cometió el pecado, sino que el Padre sea glorificado; y le da la palabra y hace el milagro.
A la mujer de flujo de sangre, aun después de ser sana simplemente tocando el borde del manto del Maestro, Jesús detiene todo, para darle una palabra. Él pudo simplemente haber dado gloria a Dios en ese instante y seguir su camino; pero Él sabía que el milagro tenía que ser completado con una palabra; él le dijo: Has sido sana por completo, refiriéndose a que ella había recibido aun lo que había perdido.
A veces, la iglesia le presta más atención a los resultados, a lo que vemos, a lo que estamos buscando, a lo que queremos alcanzar, sin darnos cuenta que la fuente principal de esos resultados es estar expuestos a una palabra.
No se trata de ver al pastor como Cristo; Cristo era el Hijo de Dios, era el verbo hablado, era Dios hablando. Las palabras de Cristo tenían un poder verdaderamente sobrenatural. Ahora, Dios usa a alguien imperfecto, para poder perfeccionarte a ti.
Para recibir tu milagro hoy, tienes que trascender de tu propia mente y entender, en tu espíritu, el poder de las palabras de Cristo.
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