Algunas veces el problema que afrontamos es fabricado por nosotras mismas. Es en esos tiempos difíciles cuando nos preguntamos si Dios aún nos ayudará, nos fortalecerá y estará con nosotras. Si está afrontando este tipo de situación hoy, quiero animarle diciéndole que Dios no se ha rendido con usted. Él está con usted y le dará la fuerza para superar cualquier obstáculo, incluso si ese obstáculo es uno fabricado por usted misma.
Si lo duda, repase la historia de una joven mujer llamada Agar en el Antiguo Testamento. Agar era una esclava en la casa de Abraham. Ella fue también la mujer nominada como “madre de alquiler” cuando Sara decidió que Abraham tuviera un bebé acostándose con alguien más joven y más fértil que ella.
Como esclava, Agar probablemente no tuvo elección en el asunto. Así se hacían las cosas en aquella época. Pero una vez que se quedó embarazada del hijo de Abraham, ella pudo elegir cómo iba a reaccionar ante la situación, y no decidió muy bien.
Hizo de una situación ya complicada algo peor, comportándose con altivez hacia Sara y tratándola con desprecio.
Para decirlo con suavidad, Sara no respondió bien. De hecho, se enojó categóricamente. Decidida a poner a Agar en su sitio bajándole unos cuantos escalones, Sara la hostigó y la humilló en cada oportunidad. Así que Agar huyó . . . al único lugar al que se puede huir cuando se vive en un campamento en el Medio Oriente. El desierto.
Para una joven embarazada, sola y sin provisiones, el desierto es un lugar duro para vivir. También es peligroso. Agar podía haber muerto allí perfectamente. Pero no murió porque Dios en su gran misericordia tuvo un encuentro allí con ella y le dijo lo que debía hacer. Regresa a tu señora y sométete a su autoridad . . . yo te daré más descendientes de los que puedas contar . . . Ahora estás embarazada y darás a luz un hijo. Lo llamarás Ismael (que significa «Dios oye»), porque el Señor ha oído tu clamor de angustia . . . A partir de entonces, Agar utilizó otro nombre para referirse al Señor, quien le había hablado, «Tú eres el Dios que me ve» . . . Génesis 16:9-13, NTV
El Dios que me ve. ¡Ese es un nombre hermoso para el Señor! Y fue dicho por vez primera por una madre en una situación de las que encogen el corazón. Una madre que había caído presa de malas actitudes y el comportamiento impío, exactamente como hacemos todas nosotras de vez en cuando. El problema de Agar era, en parte, culpa de Abraham y Sara y en parte culpa de ella misma. Dios mismo no merecía nada de la culpa.
Pero Él intervino de todos modos, derramó su bondad sobre ella y les prometió a ella y a su hijo un futuro fructífero. Si Dios hizo eso por Agar en el Antiguo Testamento, ¿no podremos nosotras, madres de la época del Nuevo Testamento, estar incluso más seguras de que Dios nos verá y nos cuidará cuando nos encontremos en el desierto? ¿No podremos acaso acercarnos a Él con confianza para recibir misericordia y gracia para ayudarnos en nuestro momento de necesidad, incluso si la necesidad es resultado de nuestro mal juicio o comportamiento?
¡Sí! ¡Por supuesto que podemos! Pero cuando lo hagamos, deberíamos recordar que Dios no nos liberará inmediatamente de toda situación problemática. No siempre hará que nuestras dificultades hagan ¡PUF! y desaparezcan.
Así como envió a Agar de vuelta para aguantar a Sara durante un tiempo, Dios a menudo requerirá de nosotros trabajar con nuestros problemas durante un tiempo con su ayuda. Y cuando le digamos que no podemos hacerlo, Él nos dirá lo que le dijo a Pablo en 2 de Corintios 12:9: Mi gracia . . . es suficiente para ti.
“Señor, ¡la personalidad terca de mi hijo es demasiado para mí! ¡Me está volviendo loca!”. Mi gracia es suficiente para ti. “Señor, ¡sé que necesitamos el dinero, pero no soporto este empleo ni un sólo día más!”. Mi gracia es suficiente para ti. “Señor, es difícil ser madre soltera. ¡Estoy demasiado agotada para continuar!”. Mi gracia es suficiente para ti.
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