Dios quiere que vivas en libertad, pero, mientras haya condenación en tu mente y en tus pensamientos, no podrás vivir en la libertad que Dios te quiere dar. Es indispensable que seas convencido por el Espíritu Santo y no condenado. Cuando una persona es convencida, corre hacia a Dios en vez de huir.
Cuando fueron a ver a Jesús en la tumba, dice la palabra que lo que encontraron fue un hortelano, a un jardinero; un hombre que estaba restaurando lo que se había perdido 4 mil años atrás: El huerto del Edén. Vieron al jardinero por excelencia arreglando todas las cosas.
El hombre fue echado del huerto del Edén para que volviera convencido. Dios le dice al hombre: De ahora en adelante, cardos y espinos cosecharás. En otras palabras: Por causa de tu conciencia, no tendrás un jardín, sino que tendrás problemas. A la serpiente, le dice: Voy a acabar contigo, aplastaré tu cabeza. A la única persona que Dios le da una promesa es a la mujer. Le dijo: De tu simiente saldrá uno que le aplastará la cabeza al enemigo. Le dice esto a la mujer porque no dejaría que ella viviera una vida sintiéndose culpable, sino que le da una palabra con promesa para liberarla.
El Dios al que le servimos, cuando el mundo te señala, cuando el mundo te deja, él siempre llega para liberarte y decirte: No tienes que vivir en esa condenación, ni en esa manera; eres libre y te convenzo de mi amor por ti; vengo a hablarte y a decirte que estoy aquí, y vine a arreglar esto. Ven, hablemos. ¿Quién te dijo que estabas desnudo y te escondieras? ¿Quién te dijo que no vinieras a mí?
Muchos ni se atreven a orar porque tienen miedo a que Dios les hable. Esto hasta les impide adorar a Dios y levantar sus manos, porque les da miedo, por causa de los pensamientos de condenación que tienen en sus mentes.
La realidad es que no somos perfectos, y aun por encima de nuestros errores, Dios nos bendice. No hay pecado que sea tan grande que anule el poder de la sangre de Cristo. No necesitas ser perfecto para que Dios te ame, sino que su perfecto amor te ha amado tal y como eres. Ninguna condenación hay para los que aman a Dios.
A pesar de tus errores, Dios te bendice, te guarda, te liberta y te prospera cada día.
Esto no significa que podemos pecar, porque lo duro de los errores son las consecuencias, y hay consecuencias que tendremos toda la vida. Por esto, debemos vivir una vida recta lo más posible, para no recibir consecuencias que nos carguen una vida.
Cuando escuches la voz de Dios, en vez de salir huyendo, corre a los brazos de él.
Toma autoridad y dominio sobre todo pensamiento negativo y somételo a la cruz de Cristo. Sé libre de toda condenación; libre para vivir la mejor época que jamás has vivido; época de reposo y gozo.
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