NECESIDAD DE DIOS

Hoy en día la mayoría de los cristianos son cristianos teológicos. Saben que son salvos; alguien les ha dado un Nuevo Testamento marcado; y es adecuado que lo hagamos hasta que ellos capten correctamente su teología. Pero están tratando de ser felices sin sentir la Presencia. El sentido de la Presencia está ausente y esa ansia que usted ve es un deseo de estar más cerca de Dios. Usted hallará esa ansia en dos lugares: oraciones e himnos. Si cree que solo estoy inventando cosas, vaya a la próxima reunión de oración y arrodíllese con los hermanos y escúchelos orar. Todos oran de manera semejante. “Oh Señor, ven; oh Señor, acércate; oh Señor, muéstrate; acércate a mí, Señor”. Si eso no es suficiente, escúchenos cantar “Ven, Fuente de toda bendición”, o “Acércame más y más y más, bendito Señor”. 
El ansia de estar cerca de Dios y de que Dios se acerque a nosotros es universal entre los cristianos nacidos de nuevo. Y hasta pensamos que Dios viene hacia nosotros desde la distancia, cuando la Biblia y la teología cristiana, remontándose hasta David, declaran que Dios ya está aquí, ahora. Dios no mora en el espacio, y por tanto, Dios no tiene que venir como un rayo de luz desde algún lugar remoto. No hay lugares remotos en Dios; Él contiene toda la lejanía y todas las distancias en su propio gran corazón. ¿Por qué entonces lo sentimos distante? Es la disimilitud de nuestra naturaleza; es la desemejanza. Tenemos suficiente semejanza para que Dios pueda tener comunión con nosotros y llamarnos sus hijos, y que podamos decirle: “Abba, Padre”. Pero en la práctica, percibimos nuestra disimilitud, y por esa razón Dios parece remoto. Lo que estoy tratando de explicar es sencillamente esto: la cercanía a Dios no es una cuestión geográfica o astronómica. No es algo espacial. Es algo espiritual, que tiene que ver con la naturaleza. 
Y entonces cuando oramos: “Dios, acércame”, o “Dios, acércate”, no estamos orando (si somos buenos teólogos) que Dios descienda desde alguna distancia remota. Sabemos que Dios está aquí ahora. Jesús dijo: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días” (Mateo 28:20). El Señor está aquí. Jacob dijo: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía” (Génesis 28:16). No dijo: “Dios vino a este lugar”; dijo: “Dios está en este lugar”. ¿Para qué estamos orando entonces? Oramos por una manifestación de la presencia de Dios. No por la presencia, sino por la manifestación de la presencia. ¿Por qué no tenemos la manifestación? Porque permitimos la disimilitud. Permitimos la disimilitud moral. Esa “sensación” de ausencia es el resultado de la disimilitud que queda dentro de nosotros. Este deseo, esta ansia de estar cerca de Dios es, en realidad, un anhelo de ser semejante a Él. 
Es el anhelo del corazón rescatado de ser como Dios para que pueda haber perfecta comunión, para que el corazón y Dios puedan unirse en una comunión que es divina. Hay una similitud que hace que sea compatible y apropiado que Dios tenga comunión con sus hijos, hasta el más pobre y más débil de sus hijos. Pero también hay disimilitudes, tales que no existe el grado de comunión que debería haber. No existe esa perfección del sentido de la presencia de Dios que queremos y anhelamos, por la cual oramos, y de la cual cantamos. ¿Cómo vamos a saber como es Dios para poder saber si somos como Dios? 
La respuesta es: Dios es como Cristo, porque Cristo es Dios manifestado a la humanidad. Mirando a nuestro Señor Jesús sabremos cómo es Dios y sabremos cómo tenemos que ser para experimentar la ininterrumpida y continua presencia de Dios. La presencia está aquí, pero el sentido de la presencia está ausente. Sabemos que el sol está allí, aunque las nubes pendan tan bajas que podamos estirarnos y tocarlas. Aunque sabemos que el sol está allí en medio del cielo, tenemos que encender las luces del automóvil por seguridad. 
Como hay nubes en el camino, no sentimos ni vemos el sol, pero sabemos que está allí. Y nosotros los cristianos sabemos que Dios está aquí, pero tenemos la sensación de que está ausente. Un hombre siente que el sol se fue para no volver; él sabe más, pero no puede estar contento porque no puede ver el sol. Sentimos que Dios esta lejos aunque sabemos que está presente, y que no puede manifestarse como desea por ciertas razones.

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