Los criminólogos James
Wilson y George Kelling afirman que el crimen es el resultado inevitable del
desorden, es lo que se llama la ley de las ventanas rotas. ¿En qué consiste
esta ley? Si se rompe una ventana y no se arregla, la gente que pasa por
delante va interiorizando que en esa casa no vive nadie porque nadie la
arregla. Al poco tiempo aparecerá otra ventana con los cristales rotos y luego
otra y otra hasta que algunos críos, o no tan críos, decidan entrar a la casa
para jugar al escondite o para otras reuniones lúdicas y no tan lúdicas que
necesitan cierta privacidad.
La casa de las ventanas
rotas comenzará a transmitir una sensación de anarquía a otras casas, a toda la
calle y a las personas que pasan por ella les transmite un “todo vale”. Así
cuando en un barrio comienzan a aparecer grafitis, mendicidad, botellones de
jóvenes que se concentran para beber alcohol… se crea el escenario ideal para
que cometer hechos delictivos más graves.
Este entorno que comenzó con
unas ventanas rotas no reparadas es lo que provoca y transmite el impulso del
“todo vale” a gente completamente normal, para la que en su vida normal “no
todo vale”.
Cuando en el camiòn ves que
algunas personas se cuelan sin pagar y no pasa nada, otras personas que pagan
religiosamente su billete comienzan a plantearse si hacer también lo mismo para
ahorrarse unas monedas. Es otro ejemplo de la ley de las ventanas rotas que
transmite y comunica con gran eficacia el “todo vale”. Una de las soluciones es
poner vigilantes camuflados que detengan públicamente a los que se cuelan de
manera que las demás personas vean públicamente que “no todo vale” con lo que
anta la duda del “me cuelo o no me cuelo”… con toda probabilidad ganará el “no
me cuelo” y además se correrá la voz, también con gran eficacia.
Un día al entrar a mi
despacho me acordé de la ley de las ventanas rotas, no porque hubiera alguna ventana
rota, sino porque aplicando esta ley había una caos generalizado preocupante:
libros que no caben en las estanterías amontonados en la mesa o en suelo sin
orden ni concierto; la guitarra sobre unas carpetas a modo de pisapapeles;
archivadores desarchivados desde hacías unos meses ocupando un espacio para el
que no habían nacido; una caja metálica de
galletas vacía que tenía la misión de albergar pequeños objetos para tenerlos
todos concentrados y bajo control… pero que seguía vacía y los objetos pequeños
fuera de control... y no sigo....
Ante semejante espectáculo
de mi despacho me pregunté ¿Tendré una mente criminal? Por si acaso, me dio un
arrebato y tras varias duras horas de trabajo mi despacho quedó ordenado como
nunca antes había estado, tanto que parece otro y de otro. Ahora no encuentro
nada… pero con el tiempo lo encontraré porque todo está en su sitio.
Si tienes este problema u
otro parecido en tu casa o en tu despacho, no te preocupes, no eres un criminal
en potencia, solo tienes que arremangarte y aplícarte la ley de las ventanas
rotas… ¡Te aseguro que funciona!
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