BUSCANDO SABIDURIA

La Biblia dice que aquellos que están en Cristo tienen la mente de Cristo (1 Co. 2:16). En Él tenemos la capacidad de crecer en sabiduría si estamos dispuestas a pagar el precio para obtenerla. Uno de mis pasajes predilectos acerca de la sabiduría está en Proverbios, un libro sapiencial. Cuando lo leas, tal vez quieras tomar un lápiz o un bolígrafo y marcar los verbos que señalan lo que implica la búsqueda de la sabiduría. Así veremos lo que cuesta obtener sabiduría. “Hijo mío, si recibieres mis palabras, y mis manda­mientos guardares dentro de ti, haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; si inclinares tu corazón a la prudencia, si clamares a la inteligencia, y a la pruden­cia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia” (Pr. 2:1-6). Escudriña las Escrituras La sabiduría de Jesús acerca de la cual hablamos proviene de conocer su Palabra, la Biblia. 
Como afirmó el salmista en el Antiguo Testamento al exclamar: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo” (Sal. 119:97-98). Los eruditos judíos de la época de Jesús consagraban sus vidas al estudio de las Escrituras. No lo hacían para aprender acerca de Jesús como Mesías, sino para adquirir un conocimiento superior y entender las “tildes” de la ley (Jn. 5:39). Al tener el conocimiento como su meta, fallaron en comprender la verda­dera importancia de leer y estudiar la Biblia. Como les dijo Jesús: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn. 5:39). Jesús reprendía a estos eruditos porque eran inca­paces de percibir el propósito de las Escrituras, las cuales revelan a la Persona, la obra y el carácter del Hijo de Dios. Las Escrituras revelan a Cristo. Y, cuando tú y yo leemos la Biblia, somos transformadas en la imagen de Jesús. Como las Escrituras mismas declaran: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Ti. 3:16-17). Hay poder transformador en la Palabra de Dios que nos capa­cita y transforma nuestra conducta en la semejanza de Cristo.
Examina tu corazón Llegar a conocer a Jesús leyendo la Biblia te dará el conocimiento que necesitas para tomar decisiones sabias, mejores decisiones, y para hablar la verdad con sabiduría. El Señor tiene un plan para tu vida, un gran plan. Y a medida que escudriñas las Escri­turas, te perfeccionas y te preparas para ese gran plan. Te impregnas del corazón de Jesús y de las cualidades que poseía, según te conformas a su imagen por medio de su Palabra. Y haces las obras de Cristo, el cual anduvo por doquier haciendo bie­nes (Hch. 10:38). En resumen, cuanto más crezcas en tu conocimiento de Cristo, más se revelará Él a ti, y más podrás reflejarlo en tu vida.

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