NUESTRA NECESIDAD MAS GRANDE


Contrario a la opinión pública, la necesidad más grande del ser humano no es el sexo, sino el compañerismo. Tener al lado alguien con quien compartir la vida. Para que los primeros dos seres humanos se juntaran y así reflejar la unidad que existe entre las tres personas de la Trinidad, Dios creó en Adán un hueco que sólo se podría llenar con el compañerismo de otro ser humano. Dios

no pretendía que Adán fuese un hombre dependiente, incapaz de velar por sí mismo, ni independiente, indispuesto o incapaz de admitir la influencia de otros, sino interdependiente (1 Co. 11:11), una persona con algo que ofrecer a los demás y a la vez capacitada y dispuesta a admitir la influencia y la ayuda de otros.

Cuando Dios dice que la soledad de Adán no es buena (Gn. 2:18), de ninguna manera deberíamos entender que esta situación lo tomó por sorpresa. La soledad de Adán representaba la estrategia divina para empujarlo a establecer una relación con Eva, con el propósito de

que los dos reflejaran la unidad que existe entre las personas de la Trinidad. Tampoco deberíamos entender que la soledad de Adán equivalía a un defecto. Aunque creado de forma perfecta, Adán no dejaba de ser incompleto. El hecho de crear a Adán incompleto no es menoscabo de su perfección. Lo que Dios hizo era perfecto.

La importancia de las palabras «no es bueno», es subrayada en el hecho de que toda el resto de la creación era buena en el sentido de terminada y completa. Había sólo una excepción: la soledad de Adán. Mirando hacia arriba podía adorar a Dios. Mirando hacia abajo podía dominar a los animales. Pero al mirar a su alrededor no encontraba a nadie con quien compartir su vida. Es im

portante recordar que las palabras «no es bueno» fueron dichas antes de la caída. Según la opinión de Dios, la relación tan íntima y directa que Adán tenía con Él no era suficiente. Dios creó a Adán con una necesidad que la presencia divina no podía suplir. Si el hombre necesitaba una «ayuda idónea» antes de caer en el pecado, ¡cuánto más ahora con todos los estragos que el pecado ha causado en su vida!

El compañerismo que resulta cuando dos cónyuges cultivan y persiguen la unidad en su matrimonio, resuelve tres de los grandes problemas que tienen sociedades altamente industrializadas y urbanizadas. En primer lu

gar, hay un énfasis en las posesiones en vez de en las personas. La gente se afana por comprar cosas que no necesita, con dinero que no tiene, al tragar la publicidad que insiste en que no puede vivir sin la velocidad o el lujo de cierto coche, la atracción de cierta prenda, o el placer que la última tecnología le proveerá para sus gustos musicales y visuales. La pareja que cultiva la unidad en su matrimonio sabe que no se trata de posesiones sino de personas.

En segundo lugar, el ser humano se ha despersonalizado y ha llegado a ser u

n simple número. El trabajo de muchos empleos se realiza en cadena. Luego, el producto que el hombre fabrica adquiere una importancia que supera a su creador. Y para colmo, sus mismos logros se convierten en el centro de su vida, y él, su creador, les sirve como un esclavo. ¿Cuántos hombres se han divorciado de manera figurada de su esposa para casarse con su computadora? El cónyuge que cultiva la unidad en su matrimonio descubrirá que la persona de su pareja adquiere una importancia cada día mayor.

Por último, existen pocas relaciones íntimas y personales. En la gran ciudad, en contraste con el pueblo, no conocemos a nuestros ve

cinos. Vivimos rodeados de centenares de personas, pero nos sentimos tremendamente solos. Y en realidad estamos solos. El ritmo de la vida ha aumentado de tal modo que es casi imposible establecer relaciones significativas. ¡No hay tiempo! Y las pocas amistades que se hacen parecen ser «sin depósito», como una lata de Coca Cola. Hay poco compromiso. Cuando la persona cree que su matrimonio deja de serle útil o conveniente, no le cuesta nada abandonarlo, echándolo a la basura como si fuese una lata de refresco.

Después de pronunciar en el versículo 18 las palabra

s «no es bueno», era de esperar que Dios procediese de forma directa a la creación de Eva. Sin embargo, siguió otra estrategia. En primer lugar, requirió que Adán diese nombres a todos los animales, probablemente con el propósito de convencer a Adán de su necesidad de compañerismo con otro ser humano (vv. 19, 20). Después proveyó una compañera para Adán (vv. 21, 24).

Hay dos posibles razones por las que Dios no permitió que Adán participara o estuviese consciente mientras creaba a Eva. En primer lugar, quería mostrar a Adán que no era superior a Eva. Si Adán hubiese tenido la más mínima parte en crear a Eva, se habría enfrentado con la tentación de considerarse superior a ella y propietario suyo. Empleando una interpretación alegórica de las Escrituras, Agustín refleja esta idea al decir que «la mujer fue creada de la costilla del hombre: no de la

cabeza para dominarla, ni de sus pies para ser pisoteada por él, sino de su costado, para ser igual a él, bajo su brazo para ser protegida, y cerca de su corazón para ser amada». Eva también fue creada a la imagen de Dios. Aunque de temperamento diferente, poseía todo lo que tenía el primer hombre, precisamente para serle una ayuda idónea. La mujer no es inferior al hombre, sino igual en cuanto a su valor intrínseco como ser humano.

Una segunda posible razón para no dejar que Adán participara en la creación de Eva era demostrar a las generaciones siguientes que una esposa es un regalo excepcional de Dios, alguien q

ue sólo Dios es capaz de dar (Pr. 18:22). Es muy romántico pensar que hay una sola persona en todo el mundo capaz de suplir nuestra necesidad de compañerismo. Aunque no quieras decírselo a tu prometido o pareja, la realidad es que hay muchas personas que por sus características y personalidad encajarían perfectamente con nuestra forma de ser. Pero aun siendo éste el caso, nos quedamos con la tarea difícil de encontrar a una de esas personas. Necesitamos la dirección de Dios para encontrar a la persona que será la ayuda idónea para nosotros como compañera.

En este día de tanto énfasis sobre

el sexo, es importante recordar que la necesidad más grande del ser humano no es el sexo, sino el compañerismo. Tan importante y fuerte es esta necesidad que cuando

comienza a suplirse, una persona es ca

paz de cometer verdaderas locuras con tal de conservarlo. ¡Cuántas personas

han tirado por la ventana un futuro prometedor, rechazando el consejo sabio de am

igos y familiares, para casarse con alguien que no les merecía ni les convenía, sino que les trajo una vida repleta de problemas, sólo porque ese alguien les mostró un poco de atención y empezó a suplir su necesidad de compañerismo!

Durante la Revolución Francesa, en el siglo XVIII, muchos prisioneros políticos fueron encarcelados en la famosa prisión llamada La Vieja Bastilla. Fueron encarcelados en celdas, aislados de cualquier cont

acto con otras personas. Al final de la guerra, muchos de estos prisioneros se encontraban en un estado de idiotez. No es natural que un hombre viva solo; necesita el compañerismo de otras personas.

0 comentarios: