(un capitulo del libro: Trono de Gracia de Andrew Murray)
Debería ser el objetivo de cada cristiano apartar un poco de tiempo diariamente para una comunión quieta con Dios. Deberíamos vivir en una relación intima y constante con él, que en cada día tendría que haber un tiempo especial de quietud para estar a solas con él.
Necesitamos un periodo diario de comunión secreta, tiempo para volvernos de nuestras febriles actividades, en el cual podamos examinar nuestros corazones en su presencia. Tiempo para estudiar su Palabra con reverencia y temor santo. Tiempo para buscar su rostro y pedirle que se nos revele a sí mismo. Tiempo para esperar hasta que sepamos que él nos ve y nos escucha de manera tal, que podamos hacer que nuestras necesidades le sean conocidas por medio de palabras que vienen de lo profundo de nuestros corazones. ¡Tiempo para dejar que Dios trate con nuestras necesidades especiales, e ilumine nuestros corazones, tiempo de dejarnos ser llenados por su Espíritu!
¿Qué piensas: un cuarto de hora cada día sería suficiente para este propósito? Si no estás dispuesto a hacer los arreglos necesarios, no te sorprendas si tu vida espiritual se hace ineficiente.
La comunión con Dios debería ser tu prioridad. Si lo haces regularmente, aprenderás a valorarlo más y más. Pronto te sentirás avergonzado de que hubieron algunos momentos en los que pensaste que quince minutos serian suficientes.
Todo en la tierra requiere tiempo. Piensa en las horas en que un niño pasa en la escuela para prepararse para la vida. ¿Cuándo más deberíamos estar dispuestos a estar en la presencia de Dios, para prepararnos para la vida eterna? Busca pasar más tiempo con él, y su amor y luz llenaran tu corazón. La misma esencia de la religión yace en el pensamiento: Tiempo con Dios.
Necesitamos tomar tiempo para adorarlo, y asegurarnos de que estamos sintiendo su presencia. Dale tiempo para revelarse a tu vida. Luego adórale. Dios está en el templo: deja todo lo que se ponga delante de él, se haga con temor. Póstrate ante su presencia con la mayor reverencia. Aprópiate solo de él como tu Dios y Salvador, y alaba su nombre para siempre.
En cada nuevo día, Dios deberá llenar los pensamientos del creyente: “Dios y solo Dios, puede equiparme para el día”. Diariamente deberás confesar tu propia incapacidad y someterte a su autoridad con una fe como la de un niño. Es absolutamente necesario que te encuentres con el cada mañana, le des tiempo para revelarse a ti; y permitas que te guie durante el resto de la jornada.
Permíteme, Señor, tomar suficiente tiempo para ir tras aquello que tú deseas por sobre todo, y lo cual es también la cosa más importante para mi propia vida: conocerte y amarte con todo mi corazón.
Andrew Murray (1828-1917) fue el hijo de misioneros escoceses en Sudáfrica. Se educó en la universidad de Utrecht, y fue pastor de las iglesias sudafricanas de Bloemfontein, Worcester, Ciudad de El Cabo y Wellington. Paladín del avivamiento sudafricano de 1860, Murray murió el 18 de enero de 1917.
Debería ser el objetivo de cada cristiano apartar un poco de tiempo diariamente para una comunión quieta con Dios. Deberíamos vivir en una relación intima y constante con él, que en cada día tendría que haber un tiempo especial de quietud para estar a solas con él.
Necesitamos un periodo diario de comunión secreta, tiempo para volvernos de nuestras febriles actividades, en el cual podamos examinar nuestros corazones en su presencia. Tiempo para estudiar su Palabra con reverencia y temor santo. Tiempo para buscar su rostro y pedirle que se nos revele a sí mismo. Tiempo para esperar hasta que sepamos que él nos ve y nos escucha de manera tal, que podamos hacer que nuestras necesidades le sean conocidas por medio de palabras que vienen de lo profundo de nuestros corazones. ¡Tiempo para dejar que Dios trate con nuestras necesidades especiales, e ilumine nuestros corazones, tiempo de dejarnos ser llenados por su Espíritu!
¿Qué piensas: un cuarto de hora cada día sería suficiente para este propósito? Si no estás dispuesto a hacer los arreglos necesarios, no te sorprendas si tu vida espiritual se hace ineficiente.
La comunión con Dios debería ser tu prioridad. Si lo haces regularmente, aprenderás a valorarlo más y más. Pronto te sentirás avergonzado de que hubieron algunos momentos en los que pensaste que quince minutos serian suficientes.
Todo en la tierra requiere tiempo. Piensa en las horas en que un niño pasa en la escuela para prepararse para la vida. ¿Cuándo más deberíamos estar dispuestos a estar en la presencia de Dios, para prepararnos para la vida eterna? Busca pasar más tiempo con él, y su amor y luz llenaran tu corazón. La misma esencia de la religión yace en el pensamiento: Tiempo con Dios.
Necesitamos tomar tiempo para adorarlo, y asegurarnos de que estamos sintiendo su presencia. Dale tiempo para revelarse a tu vida. Luego adórale. Dios está en el templo: deja todo lo que se ponga delante de él, se haga con temor. Póstrate ante su presencia con la mayor reverencia. Aprópiate solo de él como tu Dios y Salvador, y alaba su nombre para siempre.
En cada nuevo día, Dios deberá llenar los pensamientos del creyente: “Dios y solo Dios, puede equiparme para el día”. Diariamente deberás confesar tu propia incapacidad y someterte a su autoridad con una fe como la de un niño. Es absolutamente necesario que te encuentres con el cada mañana, le des tiempo para revelarse a ti; y permitas que te guie durante el resto de la jornada.
Permíteme, Señor, tomar suficiente tiempo para ir tras aquello que tú deseas por sobre todo, y lo cual es también la cosa más importante para mi propia vida: conocerte y amarte con todo mi corazón.
Andrew Murray (1828-1917) fue el hijo de misioneros escoceses en Sudáfrica. Se educó en la universidad de Utrecht, y fue pastor de las iglesias sudafricanas de Bloemfontein, Worcester, Ciudad de El Cabo y Wellington. Paladín del avivamiento sudafricano de 1860, Murray murió el 18 de enero de 1917.
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