Según la Biblia, Dios detesta todo tipo de explotación y abuso (Éxodo 22:22; Deuteronomio 27:19; Isaías 10:1, 2). La Ley de Moisés condenaba la violación y la prostitución (Levítico 19:29; Deuteronomio 22:23-29), así como el adulterio, el cual sancionaba con la muerte a ambas partes (Levítico 20:10). En lugar de discriminar a la mujer, la elevaba y la protegía contra las vejaciones habituales en países vecinos.
En efecto, la esposa hebrea capaz era muy respetada y valorada (Proverbios 31:10, 28-30). La culpa de que los israelitas no siguieran las leyes divinas y a veces denigraran a la población femenina la tenían ellos, no Dios (Deuteronomio 32:5). Al final, él juzgó a la nación y la castigó por su flagrante desobediencia.
En el Viejo Testamento tenemos múltiples ejemplos de mujeres de llegaron a ser célebres: Ester, Bilha, Rut, Débora, Yael, Tamar; por mucho que haya intentado, no he encontrado cosa semejante en el Corán. Que yo sepa no hay allí alabanzas a la esposa y un himno al amor conyugal como aparecen en el Cantar de los Cantares de Salomón, que es una obra que dícese pudiera rayar en la sexualidad, lo que “habría asombrado, encantado y hasta entusiasmado a los expertos”.
Otra obra maestra de la liturgia judía previamente mencionada (Proverbios 31) es el himno “Quién encontrará a la mujer hacendosa y virtuosa, en las palabras “Eshet Jayil”, en donde se dice que la mujer perfecta “es más valiosa que las perlas”. Citando al Prof. André-Marie Gerard, autor de una didáctica obra sobre la Biblia, afirma que se trata de un canto de alabanza entusiasta, el pasaje subraya ciertamente más las virtudes domésticas de la mujer que su brillo intelectual, pero testimonia, a pesar de todo, un ‘feminismo’ relativamente ilustrado en el mundo oriental de la época”. Tal mujer merece la total confianza de su esposo, cuya felicidad labra “todos los días de su vida”; ama de su casa, prudente, hacendosa, hábil en los negocios y contribuyendo así en gran medida a la prosperidad familiar, caritativa con los indigentes, atenta a las necesidades y al bienestar de los suyos, distribuye también “lección de bondad”.
Para terminar: acabo de leer que el jefe espiritual de la comunidad islámica de Australia, jeque Taj al-Din al-Hilaly, tuvo que pedir disculpas este viernes, luego de comparar las mujeres que van sin velo con “trozos de carne”. Como era natural, a los australianos no les cayó bien la singular y ofensiva comparación.
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