UN LUGAR DE PROTECCIÓN

El Salmo 34:7 dice: “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”. Y en el Salmo 91:11 leemos: “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos”. Los ángeles de Dios guardan y rescatan a todos los que lo reverencian. La verdad de este versículo se hizo notoria en la vida del difunto Bill Bright, presidente de Cruzada Estudiantil para Cristo, hace varios años. Sus viajes lo llevaban de continente en continente cada año. Viajaba en todo tipo de circunstancias y, a menudo, enfrentaba el peligro. Pero decía que siempre había paz en su corazón ya que el Señor estaba con él. Sabía que estaba rodeado por sus ángeles guardianes que lo protegían.
En Pakistán, durante una época de gran agitación política, había terminado una serie de reuniones en Lahore y era llevado a la estación de trenes. Aunque él no estaba al tanto de lo que sucedía, una enfurecida multitud de miles de personas marchaba hacia la estación para destruirla con bombas Molotov.
El director de la línea ferroviaria hizo subir apresuradamente a todos al tren, puso a  cada uno en su compartimiento, y les dijo que no abrieran las puertas bajo ninguna circunstancia. El viaje en tren a Karachi requeriría más de veinticuatro horas, que era justo el tiempo que Bill Bright necesitaba para terminar de reescribir su libro Come Help Change the World (Ven y ayúdame a cambiar el mundo).
Él relata que se puso el pijama, se reclinó en la cucheta y comenzó a leer y escribir. Cuando el tren llegó a Karachi, descubrió cómo ángeles guardianes los habían vigilado y protegido a todos ellos. El tren que los precedía había sido quemado cuando estudiantes amotinados se acostaron en las vías y se negaron a moverse. El tren pasó por encima de ellos. En represalia, la turba incendió el tren y mató a los oficiales.
Bill Bright estaba en el siguiente tren, y los manifestantes estaban dispuestos a hacer lo mismo con ese convoy. Dios milagrosamente fue delante del tren y de sus pasajeros, y no hubo contratiempos. Llegaron a Karachi y descubrieron que se había declarado la ley marcial y todo estaba tranquilo. Una camioneta de la Cruz Roja los llevó hasta el hotel, y allí Dios los siguió protegiendo. Cuando la violencia se calmó, Bill Bright pudo tomar un avión para Europa. Las Escrituras son verdad; Dios envía a sus ángeles guardianes para proteger y rescatar a los que lo reverencian.
Hay ángeles que desean manifestarnos los beneficios del Señor. Estos ángeles no otorgan los dones y la protección de Dios, pero desean que nos unamos al Señor entrando en su presencia, el lugar secreto del Altísimo. Los ángeles adoran en la presencia de Dios, y allí encuentran su favor.
En los tiempos bíblicos, los judíos devotos que adoraban en el templo llevaban una cubierta llamada talit o chal de oración. Este chal era una cubierta privada para los intercesores: un escudo que simbolizaba que estaban pasando tiempo íntimo a solas con Dios. El talit se sigue usando hoy.
Así es nuestro lugar secreto: una cubierta. El rey David escribió: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente” (Salmo 91:1). Tenemos que “morar” bajo la sombra del Omnipotente. La palabra morar significa “quedarse toda la noche”. Habla de la intimidad de un esposo y su esposa que se quedan toda la noche amándose. Cuando moramos en la presencia de Dios, la gloria divina nos cubre, nos ama, y se cierne protectora sobre nosotros.
Después que, mediante la confianza, entramos en esta estrecha relación con Jesús, nos convertimos en beneficiarios del favor divino y disfrutamos de la protección de los ángeles.
Como un aguilucho en el nido de su madre, usted está a salvo en la presencia de Dios. Su verdad lo cubre y lo protege. “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día” (Salmo 91:4-5).
Los terrores nocturnos son hoy un gran problema para muchos, niños y adultos por igual. El temor a la oscuridad permanece en algunos jóvenes incluso hasta en su vida adulta. Sin embargo, los desconocidos acosadores nocturnos del infierno no tienen derecho alguno cuando usted se halla en ese lugar de protección. Ninguna saeta del impío puede penetrar el escudo de la fe y la confianza que guarda la entrada al lugar secreto. En la presencia de Dios, los viejos temores se van. Mientras que otros pueden convertirse en víctimas del enemigo, usted estará a salvo debido a su íntima relación con Dios.
Hace algunos años, un hombre demente se me acercó después de un servicio de avivamiento en otra ciudad. Estaba a punto de golpearme en el estacionamiento cuando mi asistente Eddie, agarró el brazo del hombre. Con la otra mano, Eddie me empujó dentro del coche y enfrentó a mi atacante por mí. Esa noche, mi asistente se interpuso entre mi agresor y yo. ¡Él fue literalmente mi escudo!
Si moramos en este lugar de protección, tenemos a Jesús y a sus huestes angélicas presentes para intervenir por nosotros a fin de ser nuestro escudo y nuestra protección. Lea este relato de primera mano de Mary Beth Barnes.
Me estaba preparando para pasar por los Seven Steps to Freedom (Siete pasos hacia la libertad), un ministerio de liberación y consejería, y me encontré con mucho temor del enemigo. El enemigo me decía que no me iba a dejar en paz, ni tampoco iba a dejar que fuera libre. Yo sabía que tenía que acercarme a Dios y entregarle mis miedos, o de lo contrario no sería libre del control que Satanás tenía sobre mí. Cuando comencé a orar y a contarle a Dios sobre el temor que tenía dentro, realmente entré en su presencia. Esta es la escritura que el Espíritu Santo me dio: “Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos” (Salmo 91:9-11).
Tan pronto como el Espíritu Santo me ministró esa escritura, vi lo que parecía ser un “pegote” negro salir de las ventanas y de cada portal de mi casa; luego atravesó mi jardín delantero y cruzó al otro lado de la calle. Cuando estuvo al otro lado de la calle tomó la forma de “sombras” de apariencia humana, varias figuras oscuras.
Mientras seguía mirando estas figuras oscuras, de pronto vi enormes figuras vestidas de blanco, de pie, a una distancia de alrededor de seis pies del perímetro de mi casa. Parecían estar al menos a diez pies de altura, con una complexión muy ancha, y en su mano derecha sostenían enormes espadas encendidas. Ya que estaban en posición de firmes, su atención se centraba en la vigilancia de mi hogar y nada más.
Las sombras negras intentaron entrar por la fuerza entre cada ángel, pero solo se les permitió acercarse hasta donde estaban los ángeles. Era como si golpearan un trozo de plexiglás. Ellos no tenían absolutamente ningún poder contra la autoridad sobre la que se afirmaban los ángeles. Estos ángeles no pelearon con ellos, ni tampoco lucharon con las sombras negras; simplemente hacían guardia con las espadas encendidas alrededor de mi “morada”.
En una nota final, el Señor me había “guardado en todos mis caminos” e impulsado a una vida de libertad sin temor por el poder de su Espíritu Santo.
Hay un lugar donde ni el diablo ni la enfermedad pueden perturbar nuestro caminar o destruir nuestro testimonio de Jesús. Mire, ¡andamos por causa de su fuerza! ¡Realmente llevamos su morada con nosotros! Los ángeles cuidan todos nuestros pasos.

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