En el Nuevo Testamento, vemos que el nivel más grande que puede tener un ser humano es ser hijo de Dios. Ser hijos de Dios transforma nuestra manera de ver la vida, transforma nuestras expectativas. En el mundo natural, no existe un padre perfecto, por más que tratemos, pues no existe nadie perfecto. Y, lamentablemente, esta experiencia distorsiona, en algunas personas, una buena conciencia de la relación como hijos del Padre Celestial.
En Romanos 8:14-16, dice: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
De esta escritura se desprende que no hay nada ni nadie que pueda darte testimonio de que eres hijo de Dios, sino el Espíritu Santo que está en ti. El Espíritu Santo tiene tanta autoridad y cabida en tu vida que solo Él puede hacerlo. Estos versos también nos enseñan que no tienes que vivir bajo el espíritu que pretende mantenerte esclavizado.
En su palabra, Dios no te invita a que seas renovado en tu mente, sino en el espíritu de tu mente. Tu mente procesa pensamientos de influencias externas e internas. Puedes controlar influencias externas de amistades, de películas, de conversaciones; y puedes controlar la influencia interna de falsas expectativas, de malas experiencias, de condenación.
Cuando logras liberar tu mente de todo aquello que produce esos pensamientos de esclavitud, y acoges el espíritu de adopción que te ha sido dado, que clama ¡Abba Padre!, entonces tu vida es renovada porque puedes tener la verdadera relación, del perfecto amor que Dios quiere tener contigo.
Los fariseos y los escribas encontraban dos problemas con relación a Jesús. El primero, que Jesús declaraba ser hijo de Dios. Pero esto no hacía dudar a Jesús, sino que, aun así, y siendo Judío, Jesús caminaba y trataba con aquellos que todo el mundo condenaba y criticaba. Este era el segundo problema que tenían los fariseos y los escribas. Tan así, que le llamaron “amigo de los pecadores”.
Hoy día, vemos estos mismos problemas: Líderes y religiones que entienden que solamente a través de ellos puedes tener una relación con Dios. Asistimos a la iglesia para crecer y entregar nuestros talentos a Dios, pero una relación va más allá.
Si Jesús tuviera “FaceBook”, probablemente no tendría fotos con alguno de nosotros. Lo más seguro, tendría fotos con algún vecino que tú no opinas bien de él y con algunos que sus conductas no son dignas. Lo más seguro, muchos estuvieran escandalizados, como lo hacían los religiosos del Nuevo Testamento.
Muchos cierran sus círculos de amistades, sus círculos de influencia, simplemente porque se sienten muy espirituales. No fuimos llamados a juzgar al mundo, sino a encontrar los perdidos y rescatarlos. Si tienes amistades y familiares que aun están en las drogas, en el alcohol, y viven una vida sin dirección, no los excluyas. Al contrario, modélale y sé de influencia a su vida.
Debemos influenciar al mundo y demostrarle que tenemos algo que ellos no tienen, que es nuestra relación como hijos del Padre Celestial.
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