En Mateo 15:21-28 vemos la historia de la mujer cananea que clama al Señor por la liberación de su hija. Vemos una mujer de la que siempre resaltamos su fe, su manera de hablar, resaltamos lo que dijo y resaltamos que clamaba; pero si miramos con detenimiento, casi vemos una mujer que está fuera de control en su hablar.
Jesús la manda a callar, y ella vuelve y abre la boca y vuelve a hablar. Jesús dice otra cosa como para que se calle de una vez y ella vuelve a hablar.
Hay momentos en nuestra vida que provocan que nuestro hablar y nuestro clamar no se detengan.
Quizás hay situaciones que han callado tu boca, pero ha llegado el momento en que comiences a hablar, y que abras tu boca y comiences a declarar, porque algo va a suceder.
La hija de la mujer cananea estaba siendo atormentada por un espíritu inmundo. Las circunstancias de la vida hicieron hablar a aquella mujer. Si ella no hubiese dicho nada, nada hubiese sucedido.
Hay momentos y circunstancias que si no hay alguien que se pare y diga algo, alguien que diga lo que tiene que decir en el momento que tiene que decirlo, con la insistencia con la que tiene que decirlo, absolutamente nada va a suceder.
También, hay momentos en que todo parece salir mal. Y muchas veces, ante esas situaciones, tenemos la necesidad de hablar con alguien.
Tenemos que entender que no podemos contarle todo a todo el mundo. El hecho de que tengamos la necesidad de hablar con alguien no justifica que hablemos con las personas incorrectas. Hay que aprender a quién le vamos a hablar, y qué vamos a decir.
La mujer cananea tenía claramente establecido con quién tenía que hablar. Vemos claramente que ella en ningún momento se dirige a los discípulos, sino que va directamente donde Jesús.
Tenemos que aprender a no desgastar nuestras palabras en el lugar incorrecto. Muchas veces desgastamos nuestro ánimo y nuestras energías porque no hablamos con las personas correctas.
La mujer cananea fue directamente donde el Señor. Todas sus palabras fueron dirigidas al lugar correcto, a la persona correcta, y utilizó las palabras correctas: Hijo de David, Ten misericordia de mí. Y estuvo dispuesta a insistir.
En ocasiones, incluso en las iglesias, escasean las bocas que estén dispuestas a insistir. Especialmente en iglesias en las que hay comodidades. De la misma manera, hay naciones en las que la norma es que se vive bien, no hay gran necesidad, por lo que no insistimos en clamar.
Nuestra boca tiene que estar dispuesta a insistir. Se acabó el tiempo de callar, porque hay situaciones en nuestra vida que no van a cambiar hasta que hablemos ante la audiencia correcta, y la audiencia correcta para nosotros los creyentes es Jesucristo, quien está presto a escuchar y a atender cada palabra que sale de nuestra boca.
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