Cuando comenzamos a hacer guerra espiritual, debemos recordar que los adversarios con quienes luchamos son Satanás y sus demonios, no sangre y carne: es decir, no son otras personas. Probablemente nuestra mayor guerra es la que hacemos contra nosotros mismos, el conflicto que nace de comparar el lugar donde estamos espiritualmente con aquel donde consideramos que deberíamos estar.
Podemos lidiar, pensando que debimos haber alcanzado más de lo que hemos logrado en la vida; sentir que hemos fracasado en lo financiero y otras cosas más. Pero la realidad es ésta: No cambiaremos nada frustrándonos o peleando. Sólo Dios puede pelear nuestras batallas y triunfar. Estas luchas son diferentes, pero no dejan de ser batallas y deben ser manejadas de la misma forma que se maneja el resto de ellas.
Se hace muy difícil llegar al punto donde podamos ser honestos con nosotros mismos acerca de nuestras faltas y pecados, nuestras incapacidades y fragilidades. Y a la vez saber que estamos bien con Dios, porque Jesús nos hizo perfectos cuando se entregó, murió y se levantó de los muertos por nosotros. Quiénes somos en Cristo es diferente de lo que hacemos, y una cosa no se debe confundir con la otra.
La salvación es la más grande de nuestras bendiciones. Aunque creo que muchos cristianos irán al ciélo sólo porque han nacido de nuevo, pero que nunca disfrutarán del viaje, pues no aprendieron a disfrutar ni de sus propias vidas ni de Dios.
La razón por la que nunca disfrutan de Dios, es porque sienten que Dios no está complacido con ellos, y que hasta está enojado por sus flaquezas. Luchan continuamente consigo mismos.
Nosotros podemos ser cambiados mientras adoramos y contemplamos a Dios; no en cómo nos vemos a nosotros mismos, lo que destacaría nuestras muchas flaquezas, sino en cómo lo vemos a Él.
Yo anhelo cambiar y estoy segura de que usted también lo desea. Quiero ver cambios en mi conducta. Quiero tener un continuo progreso. Por ejemplo, tener más estabilidad emocional, una mayor medida de amor cristiano, y todo lo demás que constituye el fruto del Espíritu. Quiero ser amable y benigna con las personas, aunque no me sienta bien o no tenga un día particularmente bueno. Aun cuando las cosas se tornen contra mí y nada me salga bien en la vida, quiero seguir siendo una persona estable y reflejar el carácter de Cristo Jesús. (No podemos hacerlo en nuestras fuerzas, pero se nos ha dado al Espíritu Santo para auxiliamos en nuestro empeño de ser como Jesús. Recuerde que nosotros nada podemos hacer.
Mediante el poder del Espíritu Santo que está en nosotros, podemos ser capaces de reflejar dulzura, bondad y amabilidad, aunque las cosas no sean como esperamos. Somos capaces de mantener la calma cuando todo a nuestro alrededor parece darse vuelta, cuando todo parece conspirar contra nosotros para hacemos impacientar, enojar y perder la serenidad.
No malgaste su vida tratando de cobrarle a alguien lo que esa persona no podrá pagarle. Dios nos dice que Él será nuestro Defensor, Galardón y nuestra Recompensa. Inclusive, promete resarcimos de nuestros problemas pasados con doble bendición, pero debemos poner nuestra confianza en Él y no tratar de solucionar las cosas por nosotros mismos.
La cantidad de tiempo que requieren los cambios dependerá de:
1) cuánto tiempo nos tome reconocer ante Dios que tenemos el problema que Él dice que tenemos;
2) cuánto tiempo nos lleve dejar de dar excusas o de echarles la culpa a otros;
3) cuánto tiempo le demos vueltas a la situación, tratando de cambiarla nosotros mismos;
4) cuánto tiempo pasemos estudiando Su Palabra y adorando.
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