En Mateo 15, Cristo salió del circuito de su ministerio para dirigirse a dos ciudades costeñas en el norte: Tiro y Sidón, ubicadas en las cercanías del Líbano, un área gentil fuertemente pagana. A pesar de ello, se topó con una mujer cananea que parecía haber escuchado del ministerio de Cristo, pues lo llamó “hijo de David”, una frase que los judíos devotos asociaban con el Mesías, quien descendería del linaje de la tribu del rey David. Su petición no era para ella, sino para su hija, quien estaba siendo “atormentada por un demonio”.
“Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio”. (Mateo 15:22).
En el Nuevo Testamento se usan tres palabras para identificar la obra del diablo o de los demonios en las vidas de las personas.
1. El nivel de control más fuerte es la posesión demoníaca, que proviene de la palabra griega daimonizomai, que significa “ser poseído o controlado totalmente por un demonio”. 2. La Biblia usa la palabra diablo, la cual proviene del griego diabolos, que significa “acusador” o “calumniador”.
El diablo es un nombre que le queda perfecto a Satanás (Lucas 4:2–6). Sin embargo, la misma palabra griega también se usa para identificar a espíritus malignos e impuros individuales (Mateo 9:32; 12:22; Lucas 8:29). Hay un diablo, pero también muchos diablos individuales que actúan bajo la autoridad directa de Satanás. Para los griegos de la antigüedad, un daimon era una deidad inferior, tanto buena como mala. Algunos sugieren que la palabra daimon proviene de la raíz da, que significa “genio”.
Cuando un individuo está “poseído”, pierde el control sobre sí mismo y es como una marioneta que cumple los pensamientos y deseos del demonio que lo posee.
Una de las descripciones más gráficas de una persona poseída, es la del gadareno en Marcos 5. Este hombre era atormentado al punto de que no podía dormir en las noches, y de cortarse a sí mismo, tal vez inducido por el demonio para que cometiera suicidio. Gritaba en medio de su tormento. Nadie podía someterlo físicamente, y la comunidad le temía (Marcos 5:1–9). Estaba poseído por un espíritu llamado “Legión”. Esta palabra era la que se utilizaba para describir a un escuadrón grande de soldados romanos que en esa época se dividían en grupos, siendo el mayor una legión de entre cinco mil y seis mil hombres. La palabra legión viene del latín legio que significa “reclutamiento”. Durante los primeros tres siglos, el ejército romano tuvo de veinticinco mil a treinta mil legiones.
La décima legión romana fue la que finalmente rodeó y destruyó Jerusalén en el año 70 d. C. Cuando los espíritus impuros fueron expulsados del hombre, entraron en una manada de dos mil cerdos, los cuales reaccionaron inmediatamente lanzándose violentamente al mar y ahogándose. Esto sugiere que el espíritu de este hombre estaba invadido por dos mil espíritus malignos. Su vida estaba arruinada, su mente era atormentada, y su cuerpo abusado. Vivía entre los sepulcros, un lugar de muerte y de recuerdos. ¡Cuando Cristo pasó por allí, este hombre fue liberado y finalmente pudo salir de su sepulcro!
La posesión demoníaca es el nivel de dominación más fuerte. La segunda forma de ataque es la opresión demoníaca. Hechos 10:38 dice: “Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. La palabra traducida como oprimidos en griego significa “ejercer poder sobre algo”. Posesión demoníaca es cuando el espíritu mora en el espíritu humano, mientras que la opresión demoníaca es también un control del espíritu, pero se trata más de un control de la mente y los pensamientos. Quienes lo han experimentado lo describen como tener una banda apretada alrededor de la mente que no deja pensar claramente, o como una sensación de desesperanza, oscuridad y desesperación.
En la narrativa de Mateo 15, la hija de la mujer estaba siendo “gravemente atormentada” por un demonio. En Lucas 6:18, muchos estaban “atormentados” por espíritus impuros. La palabra traducida aquí como atormentados es ocleo, que significa “perturbar, angustiar”. Este tormento puede ser espiritual, mental o físico, ya que todo ser humano está compuesto de cuerpo (físico), alma (su mente) y espíritu (1 Tesalonicenses 5:23).
Si es físico, el espíritu impuro puede ser un espíritu de enfermedad, cuya presencia causa padecimientos en el cuerpo (Lucas 13:11– 13). Si el ataque es mental, afectará su razonamiento, originando pensamientos negativos y depresivos. Desde una perspectiva espiritual, a los espíritus se les ha ordenado mantener a los individuos alejados de la luz y de la verdad del evangelio. La razón para revelar las diferentes formas de acoso espiritual, mental o físico es entender que tanto creyentes como no creyentes pueden estar bajo los ataques y la opresión de espíritus malignos. Esto es importante, especialmente cuando tratamos el asunto de la indisposición al perdón en la vida de un creyente.
En la parábola de Cristo del siervo que no estaba dispuesto a perdonar, cuando el rey se enteró de que el siervo a quien él le había perdonado una enorme deuda no le quiso perdonar una pequeña deuda a un compañero, el rey se enojó y mandó a que lo arrestaran y lo echaran en prisión, no solo hasta que aprendiera cómo perdonar, sino hasta que perdonara. “Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”. (Mateo 18:34–35).
La Nueva Versión Internacional de la Biblia dice que el hombre fue entregado a sus “carceleros” para que lo “torturaran”. En el contexto en que fue enseñada esta lección, la gente que escuchaba a Cristo habría entendido el significado de ser entregado a sus “carceleros”. En el sentido más severo, el carcelero que torturaba era aquel que en la prisión usaba látigos o cualquier herramienta que fuera necesaria para obtener la verdad de la persona a quien estaba torturando. Esto lo hacía colocando a la persona en un armazón o cepo, y golpeándola hasta que confesara el crimen o revelara la información que se le exigía.
La palabra que se usa en esta cita particular del Nuevo Testamento es basanistes, y solo se usa en Mateo 18.
No olvide el contexto de la historia de Mateo 18. Un siervo que había sido perdonado por el rey se niega a perdonar a otro siervo igual a él. El siervo indispuesto a perdonar es entregado para que sea torturado hasta que pague por el error que ha cometido. Creo que hay una manera en la que una persona que no está dispuesta a perdonar podría experimentar una consecuencia similar. Cuando un cristiano creyente en la Biblia se niega a actuar, sabiendo que debe perdonar, está renunciando a su cerco de protección espiritual.
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