En primer lugar, hablemos de la eclesiología. En los círculos de la prosperidad la Iglesia deja de ser la congregación del pueblo peregrino de Dios para convertirse en un exitoso negocio centrado en la autoestima, la influencia mundana y la comercialización de productos religiosos. El cielo ya no es la esperanza de la gloria venidera del Reino de Dios, sino una realidad para ser vivida y disfrutada aquí y ahora. La perspectiva escatológica del cristianismo se pierde y la iglesia se convierte en un asunto puramente terrenal (al igual que se hizo en la cristiandad medieval). "¡Olvida el futuro!", dicen, "¡El presente es lo único que importa!"
Dada esta perspectiva enteramente mundana, de un plumazo los pobres y necesitados son expulsados de la alta sociedad de la prosperidad cristiana y sustituidos por los ricos, los adinerados, los prósperos y por aquellos considerados lo suficientemente buenos como para formar parte de su ‘club de la felicidad’. El mensaje desde el púlpito ya no es ‘Cristo y éste crucificado’, sino ‘Tú y lo tuyo glorificados’. La fe, por consiguiente, se convierte en un asunto puramente egocéntrico donde el discípulo sólo procura su propio beneficio. Ya no existimos para la gloria de Dios. ¡Él existe para nosotros!
Aunque el Evangelio de la prosperidad se ha infiltrado en una amplia gama de denominaciones cristianas, hay un denominador común en cuanto a su gobierno, esto es, un líder autoritario y carismático en la parte superior de la estructura piramidal de poder que disfruta de una ‘conexión directa’ con el Todopoderoso. Estos líderes se especializan en exageraciones, eufemismos y repeticiones en el púlpito para manipular emocionalmente a las masas y asegurarse de que cualquier persona en la iglesia que se atreva a cuestionar lo que dice el predicador es del diablo. En este sistema- fabricado por el hombre- las visiones, los sueños y la profecía personal reemplazan la autoridad de la Biblia; y al ideal de la Reforma del sacerdocio universal de todos los creyentes se le asesta un golpe de gracia final.
Dado que las Iglesias de la prosperidad rechazan la enfermedad, la pobreza y la escasez y la tachan de ‘falta de fe’, una culpabilidad impregna a los hermanos que sufren, ya que consideran que están cayendo en el pecado de la incredulidad. ¿Tienes una fractura de cadera? ¿Un dolor de cabeza? ¿Una nariz que sangra? ¿Llevas gafas? ¡Sólo confiesa tu pecado y serás sanado! O siempre puedes ir a la tienda de recuerdos de la iglesia para comprar un pañuelo ungido y personalmente bendecido por el pastor (el cual está demasiado ocupado para hablar contigo) o una botella de aceite de oliva firmada por tu evangelista favorito o alguna oferta limitada de agua bendita recientemente importada del río Jordán. Suena ridículo, ¿no es así? Pero esa es la cruda realidad de lo que está pasando hoy en día en estos clubes de negocios religiosos. ¿Nos reímos o lloramos? Esta- lamento tener que decirlo- no es la Iglesia del Nuevo Testamento. La casa de nuestro Padre se ha convertido, una vez más, en una cueva de ladrones que se alimenta de la desgracia de los demás (Mateo 21:13).
Al analizar estas perturbadoras realidades en el mundo de la Iglesia contemporánea, he llegado a la siguiente conclusión: el Evangelio de la prosperidad nos lleva de regreso a Roma. ¿Qué quiero decir con eso? Quiero decir que la creciente estructura jerárquica y autoritaria de la política y la actividad de la Iglesia de la prosperidad , su doctrina herética y errónea respecto de Dios y de Cristo (y el consecuente déficit de profundidad teológica), la falta total de una saludable autocrítica constructiva, la desaparición del sacerdocio universal de todos los creyentes, el abuso de los mecanismos de la culpa, y la comercialización de artefactos religiosos, nos están llevando de regreso a los días de la pre-Reforma. Estamos volviéndonos a la religión de las indulgencias católicas de Juan Tetzel, y escupiendo en el rostro de Lutero.
LA DOCTRINA DE MISIONES
En segundo lugar, nos enfocaremos en la misiología. En pocas palabras, las misiones del Nuevo Testamento y las misiones de la Teología de la prosperidad se parecen tanto la una a la otra como la tiza al queso. En los círculos de la prosperidad, el primitivo kerygma (proclamación) de arrepentimiento y fe en Dios para salvación eterna es rechazado por un mensaje de 'siéntete bien' que masajea el ego y hace del hombre un dios. El infame Kenneth Copeland dijo, "No tienes un dios en ti, tú eres uno." Este tipo de pensamiento es la manifestación de una religión totalmente basada en caprichos humanos y antojos carnales. Así que, ¡olvídate de convertirte en una nueva criatura! ¡Simplemente sé un dios! ¡Esa sí es la misión real! ¿No fue ésta la mismísima misión que la serpiente entregó a Eva en el Edén? “¡Sé una diosa!” (Génesis 3:5).
El discipulado también es muy distinto en el Evangelio de la prosperidad . En lugar de obedecer al Señor con un amor libre por su gracia soberana, se anima a los santos de Dios a obedecer por lo que pueden obtener del Señor. Su razonamiento es algo así: "Si me mantengo en santidad, un día voy a estar en una plataforma sanando a miles de personas, o si me mantengo alejado del pecado, Dios se verá obligado a derramar una indescriptible bendición sobre mi vida". Esta mentalidad es lo que el Nuevo Testamento describe como el Evangelio de 'panes y peces'. Se trata de un Evangelio que se centra en el ego (yo) humano. Multitudes seguían a Jesús y estaban dispuestos a hacerlo siempre y cuando vieran milagros, señales y prodigios, y tuvieran pescado y pan para comer antes de irse a casa. Pero en el momento en que Jesús comenzó a hablarle a la multitud sobre la importancia del auto-sacrificio y el martirio para la causa de Cristo, todos desaparecieron (Juan 6:66). ¿Cuántas personas seguirían de manera voluntaria a Cristo si no obtienen nada a cambio excepto el rechazo, la angustia, el odio y la muerte? Pocos, contestarás. Pero esos pocos son los verdaderos discípulos. Abrazan la misión de Jesús cueste lo que cueste.
Otro importante desafío al concepto tradicional de las misiones tiene que ver con el Reino de Dios. La Teología de la prosperidad tiende a inclinarse hacia un entendimiento de la escatología centrada en disfrutar de ‘tu mejor vida ahora’, en lugar de predicar con entusiasmo sobre la inminente Segunda Venida del Señor Jesucristo. Históricamente hablando, es interesante observar cómo la Iglesia perseguida siempre ha puesto mucho énfasis en la gloria que viene (como la Iglesia anterior a Constantino o las iglesias subterráneas de hoy en Rusia, China y Corea del Norte, etc.), mientras que las iglesias con estabilidad financiera, las cuales están políticamente establecidas en el mundo, se centran en temas no escatológicos, tales como la psicología, el sentimentalismo y el éxito social. La ansiosa expectativa futura por la anunciación del Reino eterno de Dios se echa a un lado en nombre del presente. En otras palabras, Abraham fue un necio por haber esperado una mejor ciudad cuyo arquitecto y constructor era Dios (Hebreos 11:10), lo que debería haber hecho es quedarse en Ur y hacer una institución de sí mismo.
Y, como última observación, la forma de las misiones es notablemente diferente de la del Nuevo Testamento. Las misiones primitivas fueron llevadas a cabo por hombres (y mujeres) pobres y arruinados que no poseían nada más que fe en Cristo; no por intrigantes empresarios y estrellas religiosas de televisión vestidos con llamativos trajes de diseño y joyas caras. Aquellos primeros creyentes eran verdaderos testigos de la verdad. Su forma de predicar- y creo que estarás de acuerdo conmigo- está a un millón de años luz de distancia del mensaje de la Prosperidad, el cual es un anuncio de éxito, triunfalismo y conlleva una fuerte negación de la teología del sufrimiento/dolor.
CONCLUSIÓN
Con todo, nuestro estudio sirve para demostrar la perversión del cristianismo auténtico llevada a cabo por una escuela de pensamiento (y de práctica) que poco tiene de la aprobación del Espíritu Santo.
El Evangelio de la Prosperidad , para ser fiel a sus moribundas y agonizantes raíces evangélicas, debe volver al verdadero mensaje de las misiones, es decir, el arrepentimiento y la fe; promover los valores del verdadero discipulado; enfatizar la pronta venida de Cristo; y recuperar algo del espíritu de los primeros discípulos.
Tal y como está en este momento, la Teología de la Prosperidad está tan lejos del verdadero Evangelio como cualquier otra ideología mundana. Volver al Evangelio verdadero debería ser la preocupación principal para los predicadores de prosperidad contemporáneos.
El Evangelio de la prosperidad , pues,ofrece una eclesiología y una misiología totalmente distintas al legado que hemos recibido de nuestros queridos antepasados protestantes, los cuales se negaron a moverse ni un milímetro de lo que decía la Escritura. Pero, a pesar de este preocupante estado de las cosas, confiemos hermanos, porque el Rey Jesús sigue declarando: "Edificaré mi iglesia y las puertas del Hades (y las puertas del Evangelio de la Prosperidad ) no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18).
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