SEMBRANDO LA FE EN NUESTRAS GENERACIONES

Instruye


“Instral al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6)

Más allá de cuán bien enseñemos y demos ejemplo de vida cristiana a los pequeños, llega un momento en la vida en que deben apropiarse ellos mismos de esa fe. En algunos ocurre cuando todavía son muy jóvenes en otros, la promesa de Proverbios 22:6 no llega a concretarse durante muchos años, posiblemente hasta décadas.

Timoteo fue criado en la fe y viendo el modelo de su abuela y su madre, de adolescente estaba “listo” para la conversión cuando el apóstol Pablo viajó a Listra aproximadamente en el año 46. Cuando Pablo le presentó a Timoteo el evangelio y lo invitó a recibir a Jesús, el adolescente respondió entregando su corazón y su vida a Cristo.

¿Puede imaginar usted el gozo que estalló en los corazones de esta madre y abuela fieles? Sus años de educarlo y darle ejemplo de vida piadosa habían valido la pena. Timoteo había asumido su fe como propia, haciéndola personal y real, y dándoles a Loida y Eunice la seguridad de ser salvo. Esta madre y abuela fieles y piadosas le habían pasado exitosamente la antorcha.

Aunque sus corazones se regocijaron con la salvación de Timoteo, también tuvieron que aceptar que su etapa de enseñanza y formación había terminado. Era tiempo de que Timoteo siguiera adelante, tiempo de asumir el manto del ministerio y cumplir el llamado de Dios para su vida.

¿Puede ser ésa una tarea fácil para cualquier mujer que haya amado y criado a un hijo? Aunque queremos verlos crecer hasta ser adultos responsables que aman y sirven a Dios con todo su corazón, sabemos que eso significa que muy bien pueden dejarnos cuando ingresan al área del servicio. Y eso duele. Pero ¿no es ese soltarlos para el servicio de Dios exactamente lo que quería decir Ana cuando declaró en 1 Samuel 1:28: “Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová”?

Si hemos hecho nuestro trabajo, formando a nuestros pequeños en la manera en que deben andar, podemos confiar en que Dios, que los ama infinitamente más que nosotras, los llevará a través de todo lo que tiene planeado para ellos.

Estoy completamente segura que Loida y Eunice fueron capaces de sentar un ejemplo piadoso para Timoteo. Además, fue la razón por la cual el apóstol Pablo pudo expresar tal confianza en la tarea que estas dos mujeres habían realizado para llevar y guiar con éxito a Timoteo a caminar como un firme creyente. Ése es realmente el significado de Proverbios 22:6, que las vidas de Loida y Eunice ejemplifican con claridad.

¿Cuántas veces, como madres o abuelas, hemos orado y meditado en ese versículo, reclamando esa gran verdad y promesa para nuestros hijos o nietos, particularmente cuando se apartan de la fe? Sin embargo, la clave para verlo hecho realidad en las vidas de nuestros jóvenes, es que nosotras mismas lo hayamos vivido primero, tanto de palabra como de obra.

¡Cómo deben haber conocido y amado Loida y Eunice las Escrituras para ser capaces de inculcar ese mismo amor en Timoteo!

No había manera de que estas dos mujeres pudieran haber sabido lo que esperaba a Timoteo, pero fueron obedientes a la Palabra de Dios para “educarlo” en el amor y la amonestación de las Escrituras, preparándolo para enfrentar fielmente cualquier cosa que pudiera sobrevenirle en los días por venir.

No hay mayor ocupación o propósito al cual nosotras, como madres, abuelas, o madres de la comunidad podamos dedicarnos, que educar apropiadamente a los pequeños que nos han sido confiados, enseñándoles y dándoles diario ejemplo de la única fe verdadera y de la manera en que debe ser vivida. Si hemos hecho eso, podemos estar seguras de que Dios honrará su Palabra y guiará a nuestros hijos y nietos en el servicio a Él.

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