Era Domingo y la congregación de la iglesia de Gracia Sonmin en Dushanbe, Tayikistán, se habían reunido para su servicio de adoración semanal.
Aunque su país estaba ahora libre del gobierno opresivo comunista, los musulmanes radicales aún se oponían abiertamente a la iglesia. La opresión solo había cambiado de manos de una autoridad terrorista a otra.
En el momento que el pastor visitante terminaba su sermón, una fuerte explosión al fondo de la iglesia estremeció el edificio. Una bomba. En un momento, los creyentes fueron de adorar a Dios a correr sin parar a fin de salvar sus vidas. Trataron de escapar al pasillo, pero otra bomba explotó en su ruta de escape. Había cuerpos y sangre por todas partes en la iglesia que una vez fue llamada un "Santuario".
Una anciana yacía en el suelo, sin poder moverse. La Biblia que había estado estudiando momentos antes en un culto de adoración cayó junto a ella, manchada por su sangre. Estaba abierta en una página donde había marcado tres versículos algún tiempo antes del ataque a su iglesia.
"Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros. Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos, perplejos, pero no desesperados, perseguidos, pero no abandonados, derribados, pero no destruidos". (2 Corintios 4:7-9)
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