"El que da mal por bien, no se apartará el mal de su casa". Proverbios 17:l3.
La ingratitud es un defecto de carácter. Según la teología hebrea, si el hombre pagase el bien con el mal debería recibir la retribución divina del sufrimiento. Todo lo que pasa en el mundo, sea el bien o el mal era atribuido por la teología hebrea a Dios, porque Él es el Creador y controlador del universo.
La realidad es que el hombre recoge lo que planta. Es la ley de la vida. Tú no puedes plantar bananas y cosechar manzanas. El tiempo de la cosecha puede demorar, pero llega el día cuando, finalmente, el ingrato, el perverso, el hombre malo, recibirá las consecuencias de sus propios actos. No es castigo divino. Es el resultado natural de la maldad.
El versículo de hoy va más lejos. Al decir “no se apartará el mal de su casa”, incluye a la familia. Eso puede dar la impresión de injusticia, pero las consecuencias alcanzan a los hijos. Cada uno es responsable de administrar la vida, sabiendo cuáles son las consecuencias de sus actos.
Jesús no establece solamente un código de ética que la humanidad debe seguir para ser feliz. Eso sería moralismo. Tú no necesitas de Dios para ser honesto y respetar la vida de las personas. Hay buenos ciudadanos que tienen una conducta impecable, sin la ayuda ni la participación de Dios.
El cristianismo no es solo un cambio de fachada. No se trata de pintar las paredes exteriores de blanco, mientras las columnas interiores están a punto de caer, ni se trata de poner un apósito sobre la herida gangrenosa. Jesús cura por dentro, limpia la fuente de las intenciones, transforma la naturaleza interior, pone paz en el corazón y, a partir de ese momento, la criatura comienza a ser una bendición en la sociedad y en el mundo. Tu vida es una fuente de inspiración para los que te rodean.
Agradeces tú porque es políticamente correcto agradecer? ¿O retribuyes con el bien, inclusive a los que te hacen mal, porque brota de tu corazón el deseo de hacerlo?
Busca a Jesús hoy. Entrégale tu corazón y las intenciones ocultas. Permítele que te guíe y te conduzca en medio de las adversidades y traiciones, de las cuales muchas veces eres víctima. Y no olvides: “El que da mal por bien, no se apartará el mal de su casa”.
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