En Mateo 5, Jesús comienza hablándole a sus discípulos, diciéndoles cuan bienaventurados o bendecidos eran, a pesar de todas las dificultades y problemas que pudieran tener, porque tenían una posición envidiable. En los versículos siguientes continúa diciéndoles:
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Mateo 5:14-16
En estos versículos, Jesús combina 2 expresiones, ideas o imágenes, comparando a quienes le siguen, a una luz y a una ciudad asentada. Si se intenta resumir estos versos en una palabra, la palabra sería influencia. Dios ha llamado a sus hijos a ser gente de influencia, gente que influencie a este mundo, que marque a este mundo.
Hoy día, la iglesia tradicional evangélica –y aun parte de la contemporánea moderna– ha adaptado cosas del pasado, como el concepto de guerra espiritual, por ejemplo. En la vida, existen cosas con las que se tiene que batallar, pero no podemos vivir tan enfocados en la batalla, que se llegue al extremo en que ya no se puede ver la verdadera identidad del creyente, menospreciándose. Piensa en esto: Jesús dijo que sus discípulos son la luz del mundo, pero ¿la luz pelea con las tinieblas? Cuando la luz se hace presente, se va la oscuridad y todo queda en orden.
Si observas a un grupo de hermanos solos en una habitación, tal vez en algún momento comiencen a portarse mal entre ellos mismos, pero al momento en que aparece el padre o la madre, se callan y se enderezan. Si esto no sucede, ese padre o madre ha perdido toda influencia sobre sus hijos. Esto demuestra que a sus hijos no les importa nada de lo que sus padres dicen. Cuando un padre entra a una habitación, donde hay desorden y conflicto, debe haber una reacción.
De la misma manera debe ser en el mundo espiritual, que cuando un cristiano entre a algún lugar que se encuentra en desorden las cosas caigan en su lugar. Cuando un cristiano llegue a una compañía, la compañía debe mejorar; cuando llegue a una casa, la casa debe ser feliz; cuando llegue a un lugar, las cosas deben cambiar, deben mejorar. Así debe ser la influencia del cristiano en esta vida. La presencia del cristiano debe cargar tanta autoridad que influencie a aquellos que están a su alrededor.
El problema de muchos es que son tan débiles, que permiten ser influenciados por todo. Todo los daña, no tienen ningún tipo de fortaleza. Se pasan la vida diciendo, echándole la culpa o lo que otro hizo, a lo que otro dijo. Si tú eres uno de estos, tiene que haber un momento donde digas: Se acabó, voy a vivir bajo lo que Dios hizo en mí, voy a cambiar mi vida y voy a ser de influencia para otro; cuando yo llegue a un lugar las cosas tienen que cambiar.
A muchos les cuesta creer que, como cristianos, tienen la capacidad de ser influencia y provocar cambios positivos; no entienden cómo esto puede ser posible para ellos. Pero cree que Dios te hizo a ti para que tú seas un factor, un agente de cambios en todo lo que está a tu alrededor.
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