La condición del corazón es un aspecto importante de la oración contestada. Es la oración sincera hecha de corazón la que permite que el poder de Dios esté disponible. Santiago 5:16 dice que la oración ferviente que proviene del corazón sincero de una persona justa tiene un gran poder dinámico en su actuación. Santiago anima los creyentes mediante el ejemplo de Elías, que fue un hombre sujeto a las mismas pasiones que cualquier hombre, y sin embargo su oración cerró los cielos: “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto” (vv. 17-18).
Elías era conocido por su fervor. Ferviente significa tener o mostrar una gran emoción o celo, ardiente, extremadamente caliente o brillante. Muchos intentan separar la emoción de la oración, pero Dios responde a quienes son sinceros y ardientes. La implicación es que los justos orarán de esta forma. Se debe a que la justicia nos hace orar por justicia, igualdad y las cosas que son correctas.
Los justos tendrán pasión en la oración. Cuando abren su boca y comienzan a orar y hablan a las montañas de sus vidas, fluyen sabiduría, vida, verdad y justicia. Su entorno comienza a adquirir los atributos del Reino cuando ellos los declaran para que existan. La justicia es el fundamento del Reino de Dios. Para que el Reino de Dios, la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17), se manifiesten en su vida, debe usted ser justo. Su Reino viene y su voluntad se hace cuando el justo ora. Los ojos del Señor y sus oídos están sobre los justos.
Él escucha sus oraciones y las responde. Él recompensa a los justos y les salva de todos sus problemas. Dios quiere allanar las montañas del justo, quiere hacer caminos donde no los hay y ríos en el desierto para los justos. Él lo hará con usted como lo hizo con Daniel:
En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas... Y he aquí una mano me tocó... Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora... no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. —Daniel 10:2-3, 10-12
El Señor enviará refuerzos angélicos para ayudarle a permanecer y ser victorioso sobre las fuerzas malignas que intentan destruir la Palabra de Dios en su vida. Daniel oró con fervor y pasión, y su oración fue eficaz, ¡logró mucho! Un ángel del Señor se acercó hasta él, le fortaleció y le dio una palabra profética tan poderosa que aún sigue estando activa y se cumple en el Cuerpo de Cristo en la actualidad.
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