El matrimonio es una tarea que hay que llevar día a día a la perfección en Cristo. Nuestras relaciones han sido formadas por el sistema de este mundo, el cual es distorsionado y erróneo. Por eso muchos matrimonios, aún estando en la Iglesia, teniendo la Palabra de Dios, habiéndose discipulado y habiendo tomado clases de cómo llevar mejor su matrimonio, todavía están siendo atacados por este sistema diabólico del mundo, que es todo lo contrario a lo que Dios ha establecido.
El matrimonio duele. El día a día, la carga de sobrellevar las deudas, la casa y aún la relación conyugal, deben ser trabajados desde el punto de vista bíblico. Tenemos que despojarnos de nosotros para ser solo lo que Él quiere que seamos como pareja. ¡Hay tantas cosas que distancian a un matrimonio!
Las discusiones, el pasado, el dolor de una infidelidad que es tan complicado y quiebra por completo la unión, forman una pared de inseguridad y dolor profundo. Por eso, el perdón no puede faltar para transformar un matrimonio; el perdón genuino, no falso, no de palabras, sino de verdad.
En Oseas 1:2 dice Jehová a Oseas: “Toma una mujer”, pero ella era una fornicadora. Sé muy bien que esto trata de la relación de Dios con el pueblo de Israel, pero no podemos dejar a un lado que aquí hay una relación de dos personas: Oseas y Gomer. Quiero llevarlos a que puedan ver lo que ocurre en el mundo espiritual cuando hay este pecado (fornicación, infidelidad), especialmente en el matrimonio. Sé que Oseas se casó por obediencia a Dios, pero con el tiempo él llegó a sentir algo hermoso por Gomer, pues aunque él sabía que no tenía una reputación nada buena, él entendía que Dios había hecho un pacto entre ambos. Dios hizo un casamiento y eso era algo que le brindaba seguridad. Se casó con grandes esperanzas. Su primer hijo se llamó Jezreel, que significa “Dios dispersa” o “Dios esparce”. Podemos ver claramente que lo primero que pasa cuando un matrimonio deja entrar este espíritu de fornicación y adulterio, es que hay, como consecuencia, separación. Se dispersa todo en tu hogar.
Tuvo su segunda hija, que se llamó Lo-ruhama, que significa “No más misericordia”. ¡Qué fuerte! ¿Verdad? Cuando pecamos sabiendo lo que hacemos porque en nosotros andaba la verdad, entonces dice la Palabra que la misericordia se aparta de nosotros. Su tercer hijo se llamó Lo-ammi, que significa “No mi pueblo”.
Muchas veces decimos que somos hijos de Dios, pero reina en nosotros el pecado. Primera de Juan 3:6-9 afirma: “Todo aquel que permanece en Él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como Él es justo. El que practica el pecado es el diablo; porque el diablo peca desde el principio. Por esto apareció el hijo de Dios para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado porque la simiente de Dios permanece en Él y no puede pecar porque es nacido de Dios”.
Ahora les dejo a ustedes la pregunta: ¿Eres pueblo o no, según la Palabra? Tenemos que ver la progresión de los tres: “Jezreel”, juicio; “Lo-ruhama”, tolerancia pasiva; “Lo-hammi”, ninguna relación. Tenemos que aborrecer el pecado. Ya basta de jugar a ser cristianos a medias y que el enemigo se ría en tu cara, haciéndote creer que esa relación a medias es permitida. No, amados, no es permitida jamás.
“Contended con vuestra madre; porque ella no es mi mujer, ni yo su marido, aparte, pues, sus fornicaciones de su rostro y su adulterio de entre sus pechos, no sea que yo la despoje y desnude, la ponga como el día que nació, la haga como un desierto, la deje como tierra seca, y la mate de sed” (Oseas 2:2-8).
Aquí vemos a un Oseas quebrantado, un hombre destrozado por el adulterio de su esposa. Sus palabras llegan al alma, pues vemos cómo un hombre queda igualmente inundado de dolor por el engaño de su esposa. Cuando él dice “ella no es mi mujer” quiere decir que el pacto de amor y fidelidad fue roto. En otras palabras, él le daba a ella el divorcio. Oseas padece en carne propia el dolor de la humillación de la infidelidad, pero Dios aquí muestra cómo salvar un matrimonio mediante el sufrimiento y el perdón.
Esta es una de las historias más profundas acerca del matrimonio y tiene una revelación sobre el adulterio que no podemos encontrar en otro lugar. Un matrimonio exitoso no es asunto de gente perfecta, mediante principios perfectos. El matrimonio es más bien un estado donde la gente con sus imperfecciones, a menudo se hieren y se humillan, pero a través de la Palabra encuentran la gracia para perdonarse el uno al otro, llevarse en amor y sustentarse en el que todo lo puede. Solo así el poder de la Palabra y el poder redentor de Dios transformarán tu matrimonio.
En Oseas 2:14-15, vemos cómo Dios usa esta situación dolorosa para traer bendición. Nos habla de la etapa de entrar en el desierto. “Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. Y le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de esperanza; y allí cantará como en los tiempos de su juventud, y como en el día de su subida de la tierra de Egipto.”
Ese desierto es el lugar donde Dios te dará tu bendición y disfrutarás de lo que es una relación íntima con tu Padre. Lo conocerás, escucharás su voz, tendrás esos momentos que solo se viven en privado, en lo secreto. Allí comenzarás a vivir las experiencias más hermosas con tu Padre. Allí se aprende a que lo más horrendo de nuestras vidas va tomando una nueva forma, la forma perfecta de nuestro alfarero. El Valle de Acor significa dificultad, pero Dios cambia el Valle de Acor por puerta de esperanza. Allí donde hubo problemas, vendrá a surgir la esperanza en Cristo. Allí es el lugar perfecto donde el constructor viene a formar su más grande obra maestra.
Tenemos que tener esperanza. Esperanza, ticvá, es expectación: anhelar, cordón, esperar, esperanza, lo que anhelo. Es algo que está a la expectativa, algo que es deseado y que se anticipa ansiosamente, algo por lo cual uno aguarda. Ticvá viene del verbo qavah que significa “esperar” o “aguardar”. Su significado original es “estirar como una soga”. Sabemos que Dios viene al rescate; el mismo Jehová es nuestra esperanza. La bendición de Dios sobre tu matrimonio transformará el valle de Acor por la bendición absoluta, por la restauración plena.
“Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia.
Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová. En aquel tiempo responderé, dice Jehová, yo responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra. Y la tierra responderá al trigo, al vino y al aceite, y ellos responderán a Jezreel.Y la sembraré para mí en la tierra, y tendré misericordia de Lo-ruhama; y diré a Lo-ammi: Tú eres pueblo mío, y él dirá: Dios mío” (Oseas 2:19-23).
Dios renovará su pacto contigo y con tu matrimonio, siempre y cuando te arrepientas de todo corazón y jamás vuelvas a pecar. Él volverá a hacer pacto con ustedes siempre y cuando permanezcan en Él, en su Palabra de verdad, en santidad y obediencia. Entonces,
Él traerá sobre ustedes un nuevo amanecer, un nuevo trato, una comunión excelente, una comunicación perfecta. Traerá amor del que solo Él puede dar, un amor puro y verdadero; seguridad en Él; y un continuo fluir en el Espíritu referente a tu relación. Cuando se vuelve a establecer lo primordial, que es el andar en santidad, pureza y obediencia, la gloria de Dios caerá sobre tu matrimonio, los cielos y la tierra se unirán a tu favor y verás la manifestación sobrenatural en tu casa, tus hijos y todo en donde tú pongas tu mano. Todo será prosperado y ordenado por Él. Dios sabía lo que había en el corazón de Oseas y le dice:
“Ve ama a una mujer amada de su compañero” (ver 3:1). Claramente, Jehová le estaba diciendo: “Ve y ama a la que ama tu corazón”. Y confió en Dios y volvió a casarse con Gomer. Recordemos otra vez que esto también se refiere a los tratos de Dios con Israel después de prometer fidelidad a Jehová. Pero lo mismo hace un matrimonio que decide establecer nuevamente sus pactos en fidelidad a Jehová su Dios.
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