DIEZ PASOS PARA ROMPER LAS MALDICIONES

Veamos los diez pasos que podemos dar para limpiar nuestras vidas de las maldiciones y de sus consecuencias:

1. Confesar a Jesucristo como Dios y Salvador. Las maldiciones solamente se pueden romper por el poder de Jesús. Ninguna maldición puede ser quitada completa y totalmente de su vida a menos que usted conozca a Jesucristo como su Señor y Salvador personal.

Las maldiciones se pueden aliviar parcialmente con un cambio de conducta. Conozca o no una persona a Cristo, las maldiciones pueden eliminarse hasta cierto punto por un repudio fundamental del mal. Este es un hecho positivo, por supuesto. Pero la ruptura de la maldición nunca se puede finalizar hasta que la persona confiesa a Jesucristo como Señor.


2. Renunciar al diablo. Satanás y todo lo que él representa deben ser repudiados directamente. Nunca es suficiente descansar en el supuesto de que alguien que acaba de aceptar el señorío de Jesús ya no quiere tener nada que ver con el diablo. La gente tiene que decirlo en voz alta.

Para avanzar, la gente no solo debe tomarse de la mano de Jesús, sino que debe soltarse de la mano del diablo, quien lo tira hacia atrás. Un sí a Jesús debe estar seguido por un no al diablo. A lo largo de la historia de la Iglesia, en bautismos, confirmaciones y profesiones confesionales de fe, se ha incluido siempre un repudio al diablo.

3. Renunciar a los votos. Renunciar a todos los votos (citando tantos detalles como sea necesario y factible) es parte de la ruptura básica de la maldición. Yo defino un voto como una solemne promesa por la cual una persona se ata para actuar de una determinada manera. Nuevamente, es bueno que esto se haga en voz alta, aunque nadie en particular esté escuchando. Es más significativo y deliberado hecho de esa manera. Siempre trate de tener otros cristianos presentes como testigos para cumplir con el principio que ya hemos mencionado en este libro (vea Mateo 18:19).

4. Renunciar a los juramentos. ¿En qué difieren los juramentos de los votos? Mi definición de juramento es: “Una solemne confirmación de las consecuencias de guardar o romper un voto”. Cuando un hombre promete mantener los secretos de la membresía de una logia masónica, como señala este juramento:

...me comprometo a una pena no menor a que se desgarre el lado izquierdo de mi pecho y se quiten de allí mi corazón y órganos y de allí sean arrojados sobre el hombro izquierdo y llevados al valle de Josafat, para ser allí presa de las bestias del campo, y del buitre del aire, si alguna vez se comprobara la culpabilidad intencional de violar cualquier parte de este mi solemne juramento u obligación de Masón Compañero de Oficio; que Dios me ayude...

El voto masónico jura lealtad al grupo. Las palabras del juramento representan la ejecución obligatoria del voto.

5. Renunciar a los rituales. Los votos y juramentos suelen hacerse en el contexto de rituales, los cuales pueden ser definidos como un formato prescrito de palabras y acciones que rigen un acto de adoración u obediencia espiritual. Es necesario renunciar también a los rituales, junto con la intención que hay detrás de las palabras y acciones. Los rituales implican una cierta secuencia de movimientos y un conjunto de procedimientos, a veces con canto, abracadabra, encantamiento, u otra confirmación verbal. Cuando una maldición ha surgido de la participación en un ritual (aun cuando ese ritual fuera realizado en el pasado por un ancestro lejano), se debe renunciar al ritual en sí, que fue el punto de partida de la maldición.

6. Renunciar a las ceremonias. Los rituales se realizan en el contexto de ceremonias; son rutinas específicas dentro de un procedimiento formal mayor. Los rituales refuerzan la ceremonia. Por ejemplo, la ceremonia de un pacto de sangre puede implicar ciertos rituales tales como beber sangre, profanar una cruz o una Biblia, o conjurar a deidades específicas. Esto entrelaza la ceremonia en la estructura causante de la maldición, y para sacar completamente la maldición, la ceremonia entera debe ser repudiada.

7. Renunciar a pactos de sangre. Los pactos de sangre son raros en el mundo actual. Pero en el mundo de los antiguos estaban muy generalizados. Sabemos que eran comunes en África, y vemos abundante evidencia de ellos en el Antiguo Testamento en los grupos de pueblos paganos politeístas.

Los pactos de sangre son juramentos sellados con sangre, a veces sangre animal, a veces humana. Muy frecuentemente requieren la muerte del animal o la persona (a menudo un niño), lo cual es mucho más grave que el derramamiento de sangre común.

Al romper las maldiciones de hoy, con frecuencia tenemos que romper las maldiciones antiguas que derivan de pactos de sangre. Es importante saber si un pacto implicó sangre animal, sangre humana, o ambas. Las maldiciones más fuertes, más ejecutables, son resultado de sacrificios de sangre humana.

8. Renunciar a la brujería y la hechicería. La brujería y la hechicería forjan alianzas con espíritus malignos, que son invocados mediante la adivinación para aumentar el poder y el dominio. Para romper todas las maldiciones, una persona debe renunciar a cualquier conexión con la brujería y la hechicería, incluyendo conexiones familiares lejanas.

Debemos recordar además las palabras dichas al rey Saúl después que desobedeció la clara orden de Dios: “La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y como tú has rechazado la palabra del Señor, él te ha rechazado como rey” (1 Samuel 15:23). La completa ruptura de una maldición incluye una renuncia a la rebelión contra los mandamientos de Dios.

9. Renunciar a los falsos dioses. Junto con la renuncia al modo de acercarse para obtener mayor poder por acceso espiritual, debemos renunciar a los falsos dioses mismos. Debemos rechazar toda obligación con todo demonio de falsa adoración. A veces será necesario, cuando es posible, mencionar deidades demoníacas específicas por su nombre. Aunque nosotros no hayamos adorado a dioses falsos, nuestros ancestros pudieron haber hecho sacrificios o haberse dedicado a poderes malignos invisibles. La posesión demoníaca a menudo ocurre por el espíritu maligno que toma el nombre y la función de alguna antigua divinidad, como Isis u Horus, Astoret o Moloc. Por medio de un tributo, nuestros ancestros pueden haber forjado con esos dioses fuertes relaciones de ligaduras de alma que siguen sin romperse hasta nuestros días. Al romper ese compromiso ahora, se quita el derecho legal reclamado por el demonio que lleva el nombre de un falso dios en particular.

10. Renunciar a las falsas religiones. Para terminar, debemos renunciar y denunciar todo culto o sistema religioso en el que nosotros mismos o nuestra línea ancestral se haya visto enredado. Debemos repudiar cualquier sistema religioso que se oponga a Cristo (incluyendo algunos que mencionan su nombre, aunque no representan su verdad), y debemos reafirmar nuestra lealtad al Señor Jesucristo mismo.

Estos diez pasos reflejan los dos elementos básicos necesarios para romper cualquier maldición: Decirlo y creerlo. Al igual que con la salvación, debemos confesar lo que creemos y realmente creer lo que confesamos.

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