
Sus defectos y debilidades, así como sus triunfos y características encantadoras, aparecen registrados en varios de los relatos más fascinantes de la Biblia. Son hombres a quienes de verdad queremos conocer.
Y esto se debe a que, en todo sentido, fueron hombres comunes y corrientes. Ninguno era reconocido por su erudición ni por su gran saber.
No eran oradores ni teólogos. De hecho, vivían al margen de lo que era el sistema religioso de los días de Jesús, No sobresalían por talentos naturales o habilidades intelectuales. Por el contrario, todos eran proclives a equivocarse, a fallar, a tener actitudes erróneas, a que les faltara la fe y a experimentar amargos fracasos; y el mejor ejemplo de esto era el líder del grupo, Pedro. Incluso Jesús expresó que eran lentos para aprender y de cierta manera torpes espiritualmente (Lucas 24.25)
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