Creo que es muy importante y crítico que las personas aprendan, tan pronto como se elevan a la categoría del liderazgo, que son prescindibles. Yo siempre estoy en contacto con mi muerte. Hágase amigo de su deceso. Piense siempre de sí mismo como una flor que se marchita y se vuelve polvo. Usted puede estar hoy aquí y no estar mañana. Piense de esa manera, y trabajará más en las cosas correctas, cosas como invertir en las personas.
¿Ha observado que nadie vive para siempre? Muchos de nosotros probablemente tengamos unos buenos setenta años, si somos bendecidos con buena salud. Si somos muy, muy bendecidos con la gracia, podemos llegar a los setenta y cinco u ochenta años de edad. Después de eso, la mayoría de nosotros somos incapaces de contribuir efectivamente a nuestra generación.
Pocas personas son bendecidas para vivir y ver los cien años o más, pero finalmente morirán. Tenemos que prepararnos para eso. Un verdadero líder siempre está preparando su partida. Cada día que vivo, escribo mi obituario. Cada día, decido lo que la gente dirá sobre mi cadáver. Lo estoy escribiendo yo mismo, y espero que usted escriba el suyo. ¿Qué dirán de usted cuando haya muerto?
El éxito del liderazgo no se mide por lo que usted ha hecho, sino por lo que ha transferido exitosamente a la siguiente generación: la visión, la pasión, los ideales y los sueños que usted no vivirá lo suficiente para finalizar. ¿Puede dárselos a otro? Eso es el éxito de su liderazgo.
Así es como usted lo mide: viviendo para siempre a través de la gente. Usted sabe que va a morir, así que podría hacer que valiera la pena. Haga algo que lo hará vivir más allá del cementerio. No viva solo para usted mismo. El liderazgo consiste en transferir: en la cesión deliberada del poder.
Si somos buenos líderes y buenos padres, queremos dejarles algo de lo que hemos acumulado a los que dejamos atrás. Queramos o no, tenemos que dejar todos nuestros bienes materiales, como nos recuerda Job, el sufriente siervo de Dios del Antiguo Testamento. Job 1:21: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!”
Podemos prepararnos al escribir un testamento o comprar un seguro y designar un beneficiario. Podemos nombrar una custodia para nuestros hijos dependientes o determinar que nuestras mascotas vayan a un buen hogar. Podemos dejar nuestras empresas a nuestra viuda, o viudo, o a nuestros hijos. Sin embargo, algunas personas ni piensan en estas cuestiones o mueren antes de haber tenido la posibilidad de expresar sus deseos para el futuro. Nadie sabe cuándo se acabará nuestro tiempo, como dijo Jesús: Mateo 25:13: “Por tanto —agregó Jesús—, manténganse despiertos porque no saben ni el día ni la hora”.
Tal vez todo lo que usted tenga para legar sean las cosas que ha enseñado a sus hijos, los hermosos recuerdos que compartió con su esposo, el fondo de comercio que hizo crecer su compañía, o las generosas obras que realizó por medio de su ministerio. Ese es su legado.
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