Cuando la tristeza haga su entrada triunfal, recíbela, no sin antes dejar en claro, que quien ríe último, ríe mejor, porque Dios tiene la última palabra.
¿Y ahora qué?
Literalmente nos sentimos como si una aplanadora nos pasó por encima, sin la más mínima compasión. Abolladas, aplastadas, destruidas, desplazadas, ignoradas, con mucha impotencia y deseosas de ser simplemente escuchadas.
Sabemos que Dios nos ama, que Dios nos cuida, que quiere lo mejor para nosotras, pero en lo más profundo de nuestro ser, nos envuelve un grado de frustración e incomodidad tan grande que pensamos que hasta el mismo Dios nos abandonó y se cansó de defender nuestra causa.
Delante de los demás usamos el traje de “Todo Está Bien”, pero en nuestro interior nos debatimos amargamente.
¿Y entonces?
¿Entonces?...... bueno……la realidad es que nuestros sentimientos son válidos y para serte franca hay situaciones en la vida que nos mandan directamente, en vivo y en alta definición al pozo del dolor y no hay palabra de aliento que parezca tener sentido.
¿Y?
Y nada. Cuando uno toca fondo, tiene dos opciones: a) Quedarnos en el fondo. b) Cooperar con Dios, entregarle las pocas fuerzas que nos quedan y dejar que Él nos saque a flote. Decide cooperar con Dios.
“Te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues la vida.” Deuteronomio 30:19 (NVI)
¿Y qué hago?
Decide hablar con Dios y exprésale abiertamente tu dolor, sin tapujos, reservas ni rodeos. En tu idioma y en tus propias palabras. Si no tienes deseos de hablar, simplemente llora, guarda silencio y deja que Él te sostenga en sus brazos.
En una ocasión estaba atravesando un momento muy triste, me acosté llorando .No tenia deseos ni fuerza para orar. Esa noche fui testigo de una hermosa visión, donde pude ver el rostro de Jesús de perfil que me decía: “Emmanuel”, “Emmanuel” una y otra vez hasta que el sueño me venció. En la mañana recordé lo sucedido y aunque mis circunstancias no cambiaron instantáneamente, sus palabras me dieron fortaleza para seguir adelante. Para los que no saben, Emmanuel significa, Dios con nosotros.
¿Y ahora?
Ahora es tiempo de entregarle tu dolor, tu tristeza, tu problema a Dios, y esperar. Dios abrirá camino donde no hay esperanza, multiplicará tus fuerzas y te devolverá un corazón nuevo con la capacidad de amarlo, amarte y amar a los demás.
“Porque te amo y eres ante mis ojos preciosa y digna de honra.” Isaías 43:4
¡No te des por vencida! ¡Dios tiene la última palabra
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