¿Usted sabe que hoy en día muchos en el Cuerpo de Cristo tienen dificultades porque no saben manejar sus problemas? No es porque sus problemas sean peores que los de otros. Es porque son débiles de espíritu. La Biblia dice que debemos soportar las fallas y fragilidades de los débiles (vea Romanos 15:1). Debemos levantarlos y sostenerlos (vea 1 Tesalonicenses 5:14).
Romanos 12:8 nos dice que uno de los dones dados por Dios a la iglesia para ministrar es el de animar o exhortar. Tales personas son usualmente fáciles de reconocer, porque cada vez que estamos alrededor de ellas, nos hacen sentir mejor por las cosas que dicen y hacen. Parece que en ellos fuera natural levantar, animar y fortalecer a otros por su sola presencia y personalidad.
Si usted es como yo y no puede considerarse a sí mismo un alentador naturalmente dotado, fórmese el hábito de ser más alentador. Es lo que yo he hecho, y no sólo hace que otros se sientan mejor, sino que también aumenta mi nivel de gozo. Todos podemos dar saludos y todos podemos decir “gracias”. Todos podemos rehusar ser difamadores. Todos podemos rehusar permitir que salgan de nuestra boca cosas malas que abaten a las personas. Todos podemos fortalecer, edificar, levantar y hablar vida a otros.
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