LA FE Y LA RAZÓN NO SON ENEMIGOS

De alguna manera, la percepción es que los creyentes temen lidiar con las preguntas difíciles que la fe  puede hacer resurgir. La imagen que se esboza es que los creyentes deben estar alejados de cualquier perspectiva contraria y solo “dejar de hacer preguntas”.
Joe Marlin, doctor en medicina y alumno de doctorado de filosofía de la New York University, así como ateo, había leído El espejismo de Dios, de Dawkins, y muchas otras obras que intentaban desvanecer la fe en Dios. Me dijo en una entrevista que a veces era “militante” de su ateísmo. “Especialmente cuando alguien le ‘agradecía a Dios’ por algo. Me sentía como si estuvieran dándole a Dios el crédito de algo que en realidad la persona había hecho”. Describió el proceso de comenzar a dudar de sus dudas acerca de su ateísmo, de encontrarse con una persona de fe y lidiar abierta y objetivamente con esas preguntas. Me dijo: “De hecho, la razón me llevó a Dios, no me alejó de Él”.
Cuando sucede algo que no comprendemos, sugerir que lo que ocurrió simplemente son “los misteriosos caminos de Dios”, no es abandonar la razón ni aceptarlo todo ciegamente en nombre de la fe. Si un conductor ebrio mata a una familia inocente, nosotros nos preguntamos por qué sucedió. La respuesta razonable es que sucedió porque alguien se descuidó y condujo ilegalmente un coche mientras estaba incapacitado, y el resultado fue la muerte de una familia inocente. Pero la verdadera pregunta es: ¿Por qué Dios dejó que sucediera? ¿No podía haberlo evitado? Escuchamos historias de la intervención de Dios, de manera que, ¿por qué sucedió en este caso? Cuando apelamos al misterio, simplemente estamos reconociendo que hay muchas cosas que no sabemos. Eso definitivamente no significa que vivamos con una resignación fatalista. Debemos continuar buscando respuestas a estas grandes preguntas. Muchas veces el verdadero misterio yace en comprender las motivaciones de personas que hacen lo que hacen.
La fe involucra razonar, recordar e investigar o estudiar. La fe es un trabajo arduo. Nosotros debemos hacer nuestra parte de comprender lo que Dios está prometiendo, asir las condiciones de esas promesas, revisar la evidencia de su fidelidad en el pasado y sujetarnos de nuestras convicciones al respecto, a pesar de nuestros sentimientos volubles, como C. S. Lewis sugirió:
Cuando era ateo tenía estados de ánimo en los que el cristianismo parecía terriblemente probable. Esta rebelión de nuestros estados de ánimo contra nuestro auténtico yo, ocurrirá de todas maneras. Precisamente por eso la fe es una virtud tan necesaria: a menos que les enseñen a sus estados de ánimo “a ponerse en su lugar”, nunca podrán ser cristianos cabales, o ni siquiera ateos cabales, sino criaturas que oscilan de un lado a otro, y cuyas creencias realmente dependen del tiempo o del estado de su digestión.
Lewis estaba diciendo que la fe, en realidad es asirse de lo que nuestra razón nos ha llevado a concluir, a pesar de nuestros sentimientos cambiantes. Esto es casi completamente contrario a como lo presentan los escépticos. Nosotros somos llamados a amar a Dios con todo nuestro corazón y nuestra mente. Cuando nos aplicamos a comprender, buscar sabiduría, examinarlo todo y asirnos firmemente de lo que es verdad, discernimos la senda correcta y tomamos decisiones sabias acerca de nuestra vida y nuestro mundo.    
La Escritura explica la tendencia del corazón humano a ser atraído hacia la incredulidad al suprimir la evidencia de Dios. Tal como un abogado que no desea que ninguna evidencia que pueda desacreditar a su cliente salga a la luz en un juicio, el escéptico es amenazado por el creyente que argumenta a favor de Dios, basado en la razón. Pablo escribió: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó” (Romanos 1:18-19).
De ahí que haya tal frustración e ira por parte de los ateos cuando se menciona a Dios. Su arduo trabajo para suprimir la verdad es saboteado. La tendencia de la mente humana es eliminar o ignorar intencionalmente algo que no desea escuchar. El temor opera de manera similar. Cuando dejamos de pensar y razonar profundamente es cuando el temor viene con fuerza a nuestra vida. Por ejemplo, yo sé que volar en un avión es mucho más seguro que conducir, y he volado varios millones de millas en mis viajes durante los últimos treinta años de ministerio. Aunque sepa que volar es seguro, hay veces en que la turbulencia puede causar que me preocupe de que nos estrellemos, sin necesidad. Al usar la razón, yo puedo tranquilizar mis temores y restaurar mi confianza de que la turbulencia no causará que el avión se estrelle, más que una carretera llena de baches provocará que mi coche choque. El razonamiento serio puede restaurar mi fe en volar.
La incredulidad puede resultar de no lograr recordar. Jesús llevó a cabo muchos milagros, tales como alimentar a miles de personas con unos cuantos peses y panes. Una y otra vez, aunque sus discípulos habían experimentado milagro tras milagro, ellos olvidaban el poder de Jesús tan pronto como enfrentaban otro desafío. La incredulidad de los discípulos era resultado de no pensar claramente y de no recordar. El razonamiento serio puede restaurar su fe en Dios.

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