En Hebreos 12, al hablarnos del poder de la voz de la sangre de Cristo, el autor nos habla de la experiencia del monte al que nos hemos acercado. En el tiempo en que vivimos, no nos acercamos de la manera que se acercaba el pueblo de Israel en el desierto. Aquel monte les causaba temor, no porque Dios no fuera un Dios de paz, sino por la condición de sus corazones. El pueblo le dice a Moisés: Ve tú y acércate y escucha la voz de Dios por nosotros. Porque esa voz les producía temor.
Cuando vivimos alejados de Dios, la primera reacción es temor.
Lo que ocurría en el monte no era nada malo; era glorioso, algo espectacular porque, cuando Moisés bajaba, su rostro resplandecía. Pero la biblia nos refleja, en el libro de Hechos, capítulo 12, que al pueblo le daba temor oír la voz de Dios porque no soportaban lo que Dios demandaba de ellos. Tenían temor a la ley, porque les causaba miedo las penalidades de no cumplirla. Y lo único que Dios les ordenaba eran los diez mandamientos.
Gloria a Dios que hoy día no tenemos que soportar el peso de la ley, sino que vivimos bajo la ley de la fe, que es más poderosa. Hoy día, a través de la sangre de Cristo, la demanda no es de tu exterior, sino en tu interior, en tu espíritu, que es la fe. Hoy, por la sangre de Cristo, la demanda es que creas. Para el que cree, todo es posible.
La gente no quiere ir a la iglesia por las reglas y regulaciones que tiene que seguir al ir a una iglesia. Nadie es perfecto; tratamos de hacer lo mejor posible. La demanda no es hacia tu cuerpo o mente, sino que la demanda es de fe, y esta es más difícil para muchos que otras demandas. Hay muchos que son expertos en someter su carne, pero se les hace difícil tener convicción, tener fe.
Hoy, a través de la sangre de Cristo, la demanda es que algo te dice en tu interior que tienes que seguir hacia adelante. La demanda es que en tu interior algo te dice que creas por encima de las circunstancias adversas. Cada vez que vas a la iglesia, si no sales con una demanda en tu corazón, te acercaste al monte incorrecto. La demanda no es sobre la perfección natural, sino que, a pesar de tu imperfección, creas que Dios te puede levantar.
Históricamente lo que se ha escuchado es la demanda de la ley que el hombre ha querido imponer; leyes que ni ellos mismos pueden cumplir. Por esto, a muchos les causa miedo escuchar la voz de Dios, les da temor acercarse a Dios y viven sin fe y sin esperanza. Pero, hoy día, a través de la sangre de Cristo, la voz que sale de Sión lo que dice es: Acércate; voy a poner demanda, pero es en tu corazón. Solamente es que tengas fe. La demanda de la fe te pide que cambies la manera de pensar y de vivir, pero esto no es una demanda del hombre, sino del espíritu.
La sangre de Cristo nos lleva a la experiencia más hermosa, que aquella experiencia en que todo aquello que te alejaba y te causaba temor es eliminado de tu vida para siempre. Dios desea que te acerques a él confiadamente, con seguridad y certeza de que él va a responder.
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