El número cuatro se encuentra 305 veces en la Escritura. Hemos visto que el número tres significa la perfección divina con especial referencia a la Trinidad. El número cuatro debería marcar entonces aquello que se sigue de la revelación de Dios en la Trinidad, esto es, sus obras creadoras. Esa es la razón por la cual la revelación escrita comienza con las palabras: «En el principio creó Dios». La creación es, por tanto, el ítem siguiente, y el número cuatro siempre hace referencia a todo lo que fue creado. El cuatro es, claramente, el número de la creación. Es el número de las cosas que tienen un comienzo, de las cosas que son hechas, de las cosas materiales y de la propia materia. Es el número del mundo.
Es interesante recordar a ese respecto que nuestro universo es un universo de Espacio-Tiempo. Todos los fenómenos, incluyendo todas las formas de materia y todos los tipos de procesos físicos y biológicos, tienen lugar en el espacio a través del tiempo. La moderna unión relativista del espacio y tiempo en un continuum de Tiempo-Espacio, verifica y cristaliza de manera interesante este hecho de la experiencia universal. Según este moderno lenguaje científico, nosotros estamos viviendo en un mundo de cuatro dimensiones.
Incluso en el lenguaje del día a día, tenemos en la Biblia expresiones tales como «los cuatro confines de la tierra» (Isaías 11:12). En hebreo eso significa literalmente los «cuatro cuadrantes de la tierra». Es un hecho comúnmente aceptado que cualquier objeto redondo puede ser dividido en cuadrantes. Nuestro mundo es redondo. Cuando Abraham se separó de Lot, Dios le dijo: «Alza ahora tus ojos, y mira ... hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente» (Génesis 13:14). Ese fue el mundo que Dios prometió dar a Abraham. En Ezequiel 37:9, nosotros tenemos la afirmación: «Ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos...» Esto es, los cuatro puntos de la brújula. La ciudad de Dios (Apocalipsis 21), en el norte, sur, este y oeste, tiene un frente para cada una de las cuatro direcciones.
Ezequiel tuvo una visión de los querubines. Eran cuatro en número. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. En Apocalipsis los mismos cuatro querubines son llamados «seres vivientes» (Apocalipsis 4). El primer ser viviente era como un león; el segundo, como un becerro; el tercero, como un hombre; y el cuarto, como un águila volando.
Justamente como el río que salía de Edén para regar el Huerto de Dios, y que fue dividido en cuatro (Génesis 2:10-14), el Evangelio, o las buenas nuevas de Cristo, proceden del corazón de Dios para alcanzar al mundo y decir a los hombres: «De tal manera amó Dios al mundo». Tenemos las cuatro presentaciones de eso, un Evangelio en Cuatro Evangelios. ¿Por qué cuatro? Porque debe ser enviado a los cuatro extremos o a las cuatro partes del mundo. Él «quiere que todos los hombres sean salvos...» (1ª Timoteo 2:4). El evangelio de Mateo es principalmente para los judíos; el de Marcos es para los romanos; el de Lucas para los griegos; y el de Juan para la Iglesia cristiana. Cristo es presentado a todos los hombres como el Rey en Mateo; en Marcos como el siervo de Dios; en Lucas como el Hijo del hombre; en Juan como el Hijo de Dios. La naturaleza del Evangelio puede, por tanto, compararse al querubín de la visión de Ezequiel y a la de Apocalipsis 4; en Mateo al león; en Marcos al becerro; en Lucas al hombre, en Juan al águila volando.
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