La confianza debe construirse en base al amor y el respeto mutuo. Cuando una relación florece, comenzamos a apreciar las fortaleza de la persona y a conocer sus debilidades. Ocurre a menudo en el ministerio, que la gente comienza a ver alguna debilidad carnal o de actitud en alguien, y por eso le pierden el respeto y comienzan a asociar esa debilidad con hipocresía.
Algunos de los más grandes hombres y mujeres de Dios han tenido problemas de temperamento. Alguien puede airarse y aun así no pecar (Efesios 4:26).
Cristo se airó al ver las mesas de los mercaderes en el templo, consciente de que la intención original del templo era ser una “casa de oración” (Mateo 21:13). En este caso, su ira estaba justificada, pues un lugar sagrado estaba siendo corrompido para obtener ganancias personales. Como un ejemplo opuesto, tenemos al rey Uzías, quien se atrevió a usurpar el lugar del sumo sacerdote en el templo para quemar incienso en el altar. Solo el sacerdote seleccionado podía llevar a cabo esa tarea. La Biblia dice: “Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso” (2 Crónicas 26:16). En vez de arrepentirse, leemos:
“Entonces Uzías, teniendo en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira; y en su ira contra los sacerdotes, la lepra le brotó en la frente, delante de los sacerdotes en la casa de Jehová, junto al altar del incienso. Y le miró el sumo sacerdote Azarías, y todos los sacerdotes, y he aquí la lepra estaba en su frente; y le hicieron salir apresuradamente de aquel lugar; y él también se dio prisa a salir, porque Jehová lo había herido”. (2 Crónicas 26:19–20).
Uzías quiso hacer algo bueno de la manera equivocada. Para que las oraciones del pueblo ascendieran al cielo, se requería que se quemara incienso (Éxodo 30:7–8; Salmo 141:2). Como consecuencia de su accionar, Uzías se volvió leproso. Fue depuesto como rey, y vivió en una “casa apartada” hasta el día de su muerte (2 Crónicas 26:21).
El problema con la ira es que cuando esta se manifiesta, tiene un efecto separador y aislante. Cuando a Moisés se le pidió que le hablara a la roca, pero en medio de su frustración con el pueblo se airó y la golpeó, perdió en ese momento su herencia al prohibirle Dios entrar a la tierra prometida (Números 20:8–12). Cuando Caín mató a Abel por envidia, fue enviado al a tierra de Nod, una palabra que significa errante (Génesis 4:16). La razón por la que la ira, especialmente un temperamento desenfrenado, es tan destructiva, es porque nadie quiere estar alrededor de alguien que esté todo el tiempo molesto.
Se ha descubierto que cuando una persona se molesta demasiado, no solo aumenta su pulso cardíaco, su presión arterial y su respiración, sino que su sistema inmunológico puede neutralizarse durante un período de cerca de seis horas. Salomón dice: “No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre de enojos, no sea que aprendas sus maneras, y tomes lazo para tu alma”. (Proverbios 22:24–25)
Se toman más decisiones equivocadas cuando se hacen con ira. Israel estaba persiguiendo a los filisteos, cuando el rey Saúl dijo en medio de la batalla: “Cualquiera que coma pan antes de caer la noche, antes que haya tomado venganza de mis enemigos, sea maldito. Y todo el pueblo no había probado pan” (1 Samuel 14:24). Cuando los soldados están bajo la presión de la guerra deben comer para mantenerse fuertes, y esta decisión fue tomada porque había confusión entre los israelitas y los hombres estaban “en apuros” (1 Samuel 14:19, 24). La Biblia dice que el pueblo “desfallecía” (v. 28). Cuando finalizó la batalla, los hombres estaban tan hambrientos que degollaron animales en el terreno y se los comieron con sangre, algo que era prohibido por la ley de Moisés (Levítico 7:26; 1 Samuel 14:33). Las decisiones equivocadas que usted tome, afectarán siempre a los que están cerca de usted.
Así como las insensatas palabras de Saúl hicieron que el pueblo terminara comiendo algo indebido, sus palabras negativas pronunciadas con ira causarán que las bocas de otros produzcan sangre, no por la muerte de animales, sino por las palabras cortantes como cuchillos que harán sangrar a otros en sus mentes y corazones.
Uno de los golpes más duros a la confianza ocurre cuando uno de los cónyuges le es infiel al otro a través del adulterio. Esta es la peor forma de traición y es sumamente difícil restablecer la confianza cuando ocurre. El perdón es el único camino hacia la restauración. He sabido de parejas en las que uno ha sido infiel, y la pareja inocente decide no perdonar y divorciarse, pero años después confiesa: “Actué movido por la rabia, y cometí un error al no perdonar y permitir la sanación”. Otros deciden recibir consejería y perdonan, y en muchos casos terminan teniendo una relación más fuerte, salvando a su familia en el proceso. El perdón es la clave para restaurar la confianza, pero el perdón es una elección.
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