Notemos que el versículo 2 dice: "Diré...". Rodea con un círculo la palabra diré en tu Biblia, porque debemos aprender a verbalizar nuestra confianza. Respondemos a Dios lo que Él nos dice en el primer versículo. ¡Hay poder en volver a decirle a Él su Palabra! No se nos dice simplemente que pensemos en la Palabra. Se nos dice que digamos la Palabra. Por ejemplo, Joel 3:10 dice que el débil diga: "Soy un hombre fuerte". Una y otra vez encontramos a grandes hombres de Dios como David, Josué, Sadrac, Mesac y Abed-nego declarando sus confesiones de fe en voz alta en situaciones peligrosas. Notemos lo que comienza a suceder en el interior cuando uno dice: "Señor, tú eres mi refugio; tú eres mi fortaleza; ¡tú eres mi Señor y mi Dios. En ti pongo mi total confianza!". Cuanto más lo decimos en voz alta, más confiados nos volvemos en la protección de Él.
Muchas veces, como cristianos, estamos de acuerdo mentalmente en que el Señor es nuestro refugio, pero eso no es suficiente. Poder es liberado al decirlo en voz alta. Cuando lo pronunciamos y lo decimos de veras, estamos situándonos a nosotros mismos en el refugio de Él. Al poner voz a su señorío y su protección, abrimos la puerta al lugar secreto.
No podemos pasar por alto el hecho de que este versículo utiliza mi tres veces: "esperanza mia", "castillo mio", "mi Dios". El salmista hace una afirmación personal a Dios. La razón de que podamos confiar es que sabemos quien es Dios para nosotros. Este versículo hace la analogía de quién es Dios; Él es un refugio y un castillo. Estas metáforas son importantes términos militares. Dios mismo se convierte en el lugar defensivo para nosotros contra todos los enemigos invasores. Él es personalmente nuestra protección.
¿Ha intentado alguna vez protegerse de todas las cosas malas que pueden suceder? Dios sabe que no podemos hacerlo. El Salmo 60:11 nos dice: "...vana es la ayuda de los hombres". Dios tiene que ser nuestro refugio antes de que las promesas del Salmo 91 lleguen a funcionar.
Podemos ir al doctor una vez al mes para que nos haga un chequeo. Podemos revisar doblemente nuestros vehículos cada día para asegurarnos de que los motores, los neumáticos y los frenos están en buen estado. Podemos cubrir con material ignífugo nuestra casa y almacenar alimentos para un periodo de necesidad. Podemos tomar todas las precauciones imaginables que el ejercito ofrezca, pero aun así no podemos hacer lo suficiente para protegernos de todo peligro potencial que la vida tiene que ofrecer. ¡Es imposible!
No es que ninguna de esas precauciones sea errónea; es que ninguna de esas cosas, por si misma, tiene la capacidad de proteger. Dios tiene que ser Aquel a quien primero acudamos. Él es el único que tiene una respuesta para cualquier cosa que pueda venir. Cuando pienso en lo totalmente imposible que es protegernos a nosotros mismos de todos los males del mundo, pienso en las ovejas. Las ovejas no tienen verdadera protección excepto su pastor. De hecho, una oveja es el único animal en que puedo pensar que no tiene ninguna protección innata.
No tiene dientes afilados, ningún aroma ofensivo que lanzar para ahuyentar a sus enemigos, ningún ladrido fuerte, y ciertamente no puede correr con bastante rapidez para escaparse del peligro. ¡Por eso la Biblia nos llama el rebaño de Dios! Dios está diciendo: "Quiero que me vean como su fuente de protección. Yo soy su pastor". Ahora bien, Él puede utilizar doctores, policías, bomberos, refugios, cuentas bancarias, etc., para satisfacer nuestras necesidades concretas, pero el corazón tiene que correr primero a Él como nuestro pastor y protector. Entonces Él escogerá el método que desee para producir la protección.
Algunos citan el Salmo 91 como si fuera cierto tipo de varita mágica, pero no hay nada mágico en este salmo. Es poderoso, y funciona sencillamente porque es la Palabra de Dios, viva y activa. Y la confesamos en voz alta simplemente porque la Biblia nos dice que lo hagamos. Cuando estoy afrontando algún desafío, he aprendido a decir: "En esta situación en particular [nombro la situación en voz alta] escojo confiar en ti, Señor". La diferencia que marca cuando proclamo mi confianza en voz alta es increíble.
Tome nota de lo que sale de su boca en momentos de problemas. Lo peor que puede suceder es que salga algo que produzca muerte. Maldecir no le da nada a Dios con lo cual trabajar. Este salmo nos dice que hagamos justamente lo contrario: ¡hablar vida!
C. B. Morelock, corresponsal de guerra en la Segunda Guerra Mundial, informo de una situación inexplicable y milagrosa: Sesenta aviones alemanes ametrallaron a más de cuatrocientos hombres que quedaron atrapados en las arenosas playas de Dunkirk sin el beneficio de ningún lugar donde cubrirse. Aunque los hombres fueron repetidamente atacados por ametralladoras y bombardeados por aviones enemigos, ni uno solo de los hombres fue alcanzado. Todos los hombres de ese grupo salieron de la playa sin ningún rasguño. Morelock afirmaba: "Los marineros que recogieron a esos supervivientes de Dunkirk me han dicho personalmente que los hombres no sólo recitaban el Salmo 91, ¡sino que lo gritaban a todo pulmón!". ¡Decir nuestra confianza en voz alta libera fe!
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