A medida que superamos diversos obstáculos, seremos más fuertes y más compasivos. Nos enamoraremos más de Jesús. Si usted ha pasado por dificultades y no se siente de esta forma, probablemente no se haya recuperado de la ofensa. La decisión de recuperarse es suya. Algunas personas son heridas y nunca se recuperan. Puede sonar cruel, pero es porque ellos lo prefirieron así.
Jesús aprendió obediencia por medio de las cosas que sufrió. Pedro y Pablo aprendieron obediencia por las cosas que sufrieron. ¿Y usted? ¿Ha aprendido? ¿O está duro, frío, amargado y resentido? Si es así, no aprendió obediencia.
Sí, es cierto que hay ofensas que no desaparecen rápidamente. Tendrán que trabajar en ellas, y luchar para ser libre. Pero en ese proceso crecerá y madurará.
La madurez no se produce fácilmente. Si así fuera, todos la lograrían. Pocos llegan a ese nivel en la vida, porque deben enfrentar mucha resistencia. Hay resistencia, porque el camino que sigue nuestra sociedad no es el de agradar a Dios, sino el del egoísmo. El mundo está dominado por el "príncipe de la potestad del aire" (Efesios 2:2). Como consecuencia, para entrar en la madurez de Cristo habrá dificultades que son el resultado de ir en contra de esa corriente de egoísmo.
Pablo había regresado a tres ciudades donde había comenzado iglesias. Su propósito era fortalecer las almas de los discípulos. Pero es interesante observar cómo las fortalecía. Los alentaba así: "...confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hch. 14:21,22).
No les prometía una vida fácil. No les prometía el éxito según los parámetros del mundo. Les mostraba que para terminar la carrera con gozo debían encontrar mucha resistencia, que él llamaba "tribulaciones".
Si estamos remando contra la corriente en un río tendremos que remar continuamente para poder avanzar contra el sentido en que corre el agua. Si dejamos de hacerlo y descansamos, acabaremos siguiendo la corriente. Cuando estamos decididos a seguir el camino de Dios, encontraremos muchas tribulaciones. Las pruebas nos mostrarán la respuesta a una pregunta fundamental. ¿Cuidaremos de nosotros mismos, como lo hace el mundo, o viviremos la vida negándonos a nosotros mismos?
Recordemos que cuando perdemos la vida por amor de Cristo, hallamos su vida. Aprendamos a concentrarnos en el resultado final, no en la lucha.
Pedro lo expresó tan bien: "Amado, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría" (I P 4:12,13).
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