¿Tú qué haces cuando te encuentras con algo feo o incómodo? La tendencia humana es huir cuando nos enfrentamos con algo así; pero Dios no se va a la otra acera cuando nos ve sufriendo, sino que pasa junto a nosotros. A Dios no le incomoda nuestro dolor, malestar o sufrimiento. El Salmo 34:18 nos lo describe de esta manera: Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu. El hombre se aleja cuando confronta algo doloroso; Dios, en cambio, se acerca.
Desde Génesis, vemos que a Dios le gusta estar con su creación. Salía a pasearse por el jardín del Edén. Él siempre llegará hasta el lugar en donde te encuentres. Dios siempre se paseará por dónde estés y pasará junto a ti.
¿Cuántas veces hemos pasado junto a alguien, sin fijarnos? Seguimos de largo, cada día, fingiendo ignorancia ante situaciones y personas que están "tiradas"—digamos—en la suciedad de su vida, en los problemas que viven, en las experiencias que desean olvidar, en el abuso y daño que sufren. Pero Dios no hace eso, porque cuando Él pasa junto a alguien—junto a ti—la ve y toma nota de quién es y de cuáles son sus necesidades. Ezequiel 16:6 dice: "Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres...". Él te ve como eres realmente. Dios no percibe sólo el lado que presentamos al mundo, sino la cruda realidad de nuestra situación.
Me quiero detener en el verbo "vio". En su significado original, lleva consigo la idea de "aprobar de" o "poner su marca sobre" una persona u objeto. En el momento en que Él vio su grave condición, la marcó. Cuando Dios vio tu triste condición, no se espantó, no se avergonzó. Él te marcó para algo muy especial.
Cuando Dios pone su mirada sobre una persona, primero, la ve como realmente es y, segundo, la marca para algo. Tú has sido vista por Dios: Él te aprueba, te acepta tal como te encontró. Pero también has sido marcada, apartada para algo especial. Dios tiene un plan maravilloso para ti.
Después de haberte visto, su reacción no fue decirte: "¡Lávate esa sangre de encima! ¡Qué vergonzosa tu situación! ¡Escóndete de la vista de todos!" No. Dios pronuncia palabras muy distintas sobre ti: ...y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! Él no llega con condiciones ni estipulaciones, sino con vida. Quizá, tú también llegaste al borde mismo de la muerte espiritual, emocional, mental o física. Sin embargo, Dios tiene otros planes para ti: ¡Vida!
No es un accidente de la naturaleza el que hayas sobrevivido a los peligros del abuso, el abandono y el rechazo. Ezequiel 37:5 dice que Dios puede producir vida aun de la muerte: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. En tus momentos de sufrimiento, Dios pasó junto a ti y te dijo que sobrevivirías, e hizo que entrara vida en tu cuerpo. Yo creo que este proceso sucede, incluso, a pesar de nuestra ignorancia o falta de relación personal con Dios. Él no nos pide permiso, sino que lo hace.
El hecho de que estés viva para contar tu historia, de que hayas llegado hasta este punto, no es una casualidad. Estás aquí por mandato y deseo de Dios mismo. Estoy convencida de que la razón por la que tantas mujeres han salido adelante, a pesar de las horripilantes circunstancias de su vida, es que Dios mismo así lo ha ordenado. La mujer ha sufrido, soportado, sobrellevado tanto a través de la historia, que sería imposible ignorar el rol que ha desempeñado el designio y voluntad de Dios en todo ello. Mujer, tú has sobrevivido porque Dios así lo ordenó, pero Él desea llevarnos mucho más allá de la simple supervivencia. Él quiere darnos una vida que nunca nos habíamos imaginado que existiera.
Dios ha llegado a ti y a mí con vida, no con muerte. La palabra de vida que Dios habló sobre tu vida y corazón también producirá esta misma fortaleza y poder en ti. Aquella virtud es lo que nos levanta durante las noches más oscuras y dolorosas en los tiempos de mayor soledad y confusión. Las palabras de Dios han retumbado a través de todos los siglos y han causado la supervivencia y prosperidad de las mujeres en todo el mundo.
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