Amor - Todos sabemos que la palabra “Amor” cubre multitud de sentimientos y acciones. El griego tiene cuatro palabras diferentes para explicarlo. El hebreo tiene tres palabras. Pero el factor más importante para comprender las palabras de Pablo no está en el número de diferentes palabras.
Para comprender la proclamación Paulina del don de Dios, tenemos que ingresar la mente hebrea. Y eso requiere la suspensión de presuposiciones antiguas sobre el mundo como nosotros lo conocemos.
La gran diferencia entre el griego y el hebreo es la manera en que el idioma percibe la realidad. El griego ve la realidad como piezas organizadas. Es el idioma del análisis, la descomposición de cada nuevo elemento en piezas más y más pequeñas. Cuando ingresas la perspectiva griega, ves el mundo como la suma de las partes.
Para comprender algo, debes escarbar desde la superficie y descubrir todas las partes internas. Así que el “amor” en griego se desarticula en partes separadas: amor por hermanos y amigos, amor por la familia e hijos, amor por las cosas y el amor por Dios.
Pero el hebreo no ve las cosas de esta manera. El hebreo es un idioma fenomenal. Describe el mundo de la manera en que lo percibe el observador. Como resultado, el amor se define por las emociones, las decisiones, las consecuencias y las actividades.
Para el hebreo, el amor no es una serie de elementos discretos, sino mas bien toda la pletora de emociones espontaneas, las decisiones y acciones, sin darle importancia a su manifestación hacia la humanidad. Ahora tienes solo un atisbo de por qué el Antiguo Testamento levanta analogías constantes entre el sexo y la adoración. Ambos son parte del continuum del concepto hebreo del “amor.”
Y entonces, ¿Por qué es importante esto? Porque Pablo es hebreo. Cuando escoge la palabra griega ágape, no piensa en la categoría exclusiva del amor religioso usualmente adscrito a ágape. De hecho, los autores del Nuevo Testamento usualmente utilizaron ágape en maneras novedosas, sin confiar en la definición griega clásica.
Para comprender a Pablo, es necesario que pensemos como hebreos. Eso quiere decir que Pablo señala a su audiencia hacia el alcance completo del espíritu del amor, desde los sentimientos apasionados espontáneos hasta la nobleza de la obediencia. En cualquier emoción u acción humana que toca el corazón del Dios personal, tú y yo vivimos la experiencia del amor.
Puedo encontrarlo igual de fácilmente en el abrazo de mi conyugue como en la lucha contra la injusticia entre los pobres. El amor del Antiguo Testamento es celoso pero se niega a sí mismo. Es exclusivo pero abraza a todos. Es incondicional pero intensamente emocional. Se sacrifica pero igual se interesa por sí mismo.
La palabra hebrea, “ahav”, es una palabra fenomenal (¡el humor es intencional!). Si quieres encontrar el espíritu del amor, no corras al psicoanalista. No te preocupes escarbando tus pensamientos internos.
Solo observa la humanidad tocada por Dios. Veràs todo lo que necesitas saber sobre “ahav”. Ese es el punto, ¿no es así? Cuando lo veo, entonces se lo que debo hacer. Es por eso que veo a Jesús cuando necesito ver amor fenomenal.
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