Eso es más que evidente en nuestros cromosomas, en nuestras hormonas, en nuestro cerebro, en nuestra composición de ADN, en nuestras células, en nuestro aparato reproductivo. Es evidente en todo nuestro cuerpo, la evidencias de la exclusividad de estos dos géneros es histórica y biológicamente comprobable.
Glorificamos a Dios cuando vivimos de acuerdo a Su diseño, mostrando Su imagen multifacética en el complemento perfecto de la masculinidad y la feminidad. No hay posiciones intermedias, esa es la visión de Dios.
Lamentablemente el humanismo y la neutralidad han invadido la forma del pensamiento humano, pero la verdad de Dios sigue siendo absoluta e inmutable.
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