VIVIENDO CON ESPERANZA

Al principio de la década 1980, Steve Sawyer, un joven hemofílico, contrajo el virus VIH y la hepatitis C por transfusiones de sangre no analizada. Años después, a los 19 años, reconociendo su inminente muerte, Steve ocupó sus últimos años viajando a cientos de universidades, compartiendo con estudiantes lo que había aprendido sobre vivir con esperanza y paz en medio de circunstancias terribles. Miles de estudiantes que escucharon a Steve te dirían que su mensaje de esperanza y el amor de Dios, les cambió la vida para siempre. El siguiente, es un discurso que Steve dio en la Universidad de California en Santa Bárbara.

En la costa de Maine, había una nave de la Armada de los Estados Unidos navegando en una densa niebla. Esa noche, el guardiamarina vio una luz fija en la distancia, y de inmediato contactó a su capitán. "Hay una luz en la distancia que viene directamente hacia nosotros. ¿Qué quiere que haga?" El capitán le dijo que enviara una señal a la nave, ordenándola a que cambiara su rumbo. La nave señaló como respuesta: "No, cambien ustedes el rumbo". Otra vez el capitán le dijo al guardiamarina que ordenara a la nave que se acercaba, que cambiara su rumbo de inmediato. Sin embargo, nuevamente la respuesta fue: "No, cambien ustedes el rumbo". En un último intento, por orden del capitán, el guardiamarina envió a la nave el siguiente mensaje: "Soy capitán de un buque de la Armada de los Estados Unidos y les ordeno que deben cambiar su rumbo de inmediato". Y ellos recibieron como respuesta: "No, cambien ustedes el rumbo. Este es un faro".

Esta historia ilustra como nosotros, como seres humanos, tendemos a tratar con el dolor y el sufrimiento. Siempre queremos que las circunstancias a nuestro alrededor cambien su rumbo, en lugar de cambiarnos a nosotros mismos para enfrentar estas circunstancias. Mi vida ha sido un ejemplo perfecto de esto. Nací con hemofilia, un desorden de la sangre que hace que mis huesos y mis articulaciones se inflamen sin razón. La hemofilia se trata con una proteína extraída de grupos de sangre donada. Entre 1980 y 1993, una de las personas de uno de mis grupos de donantes, fue infectado con el virus VIH. Como resultado, todos los medicamentos que recibí de este grupo, fueron infectados con el VIH. Luego, también contraje hepatitis C de la misma manera.


No me avisaron que era VIH positivo hasta el año 1990, mientras cursaba segundo medio. Cuando me lo dijeron, mi reacción inicial fue la típica reacción de cuando recibimos algo que no podemos soportar. Simplemente me negaba a creer que yo era un VIH positivo e intentaba fingir que el problema no existía. El VIH no me dolía como lo hacía la hemofilia. Con la hemofilia, cuando tus articulaciones y músculos se inflaman, es muy, pero muy doloroso. Sin embargo, el VIH no tenía ningún síntoma visible. Realmente, no lo notaba, por lo tanto fue fácil fingir que no existía. Ésta era la manera en que también mis padres lo trataban. "Si te ves bien, entonces debes estar bien", decían. Un gran ejemplo de este tipo de negación se encuentra en la parodia medieval "Monty Python y los Caballeros de la Mesa Cuadrada". En una de sus escenas, mientras el Rey Arturo andaba por el bosque, se encuentró con un caballero que llevaba una armadura sucia y maltratada. El caballero le impide el paso, por lo que el Rey Arturo entiende que tendrá que vencerlo para poder seguir su camino. Empieza una batalla entre ambos y el Rey Arturo logra cortarle un brazo. El Rey envaina su espada, se inclina, y empieza a pasar; pero el caballero grita: "¡No!". El Rey, le dice: "¡Te acabo de cortar el brazo!". El caballero mira al rey y le dice: "¡No, no lo hizo!". Entonces el Rey Arturo mira el suelo y le dice: "¡Allí está tu brazo!". El caballero replica: "Es sólo una herida menor". El Rey Arturo allí se da cuenta de que va a tener que herir gravemente al caballero para poder pasar. Entonces, continua la batalla, hasta que el Rey Arturo le ha cortado los brazos y las piernas, y al caballero sólo le queda la cabeza. Cuando el Rey Arturo finalmente logra pasar, se escucha la voz del caballero gritando a lo lejos: ¡Vuelve, cobarde, que te voy a morder las rodillas!".

Bueno, se ve que ese caballero de la edad media experimentaba la negación. No podía enfrentar el hecho de que había perdido la batalla. Aunque este es un ejemplo humorístico de la negación, los peligros de ésta, son muy, muy reales. Si yo hubiera continuado negando el hecho de que era VIH positivo, no hubiera tomado las precauciones indicadas por los médicos, de cuidar de no hacerme pequeños cortes en mis dedos, y cosas así, pues sino, podría haber dañado seriamente o incluso haber matado a alguien. Pero los peligros de dañarte a ti mismo, cuando niegas algo como eso, también son muy peligrosos y muy dolorosos. Cuando ocultas algo por tanto tiempo, e intentas fingir que no existe, crece. Y eventualmente, explota.

Pude negar que fuera VIH positivo por aproximadamente tres años. Pero en mi último año de la secundaria, me enfermé gravemente. Las Células-T son las células de la sangre que luchan contra las infecciones, y el número de células-T que tienes en tu cuerpo, indica si eres VIH positivo o tienes SIDA. Cuando el número de células-T está bajo 200, se considera que tienes SIDA. Bueno, mi cuenta de cédulas-T estaba en 213 e iba bajando. Estaba muy pálido y enfermo. No podía comer. Ya no pude fingir que mi VIH no era real - era muy, muy real. La negación ya no era una opción, por lo que tuve que encontrar una nueva manera de lidiar con todo lo que me pasaba. La primera cosa que hice fue intentar echarle la culpa a alguien. Pensé que me sentiría mucho mejor si alguien me podía decir: "Steve, esto es mi culpa y lo siento". Entonces, comencé a echarle la culpa a la comunidad homosexual entera. Una salida fácil. Pero después de pensarlo, me di cuenta que era tonto culpar a todo un grupo de personas por mi problema. Por tanto, decidí culpar a Dios. Bueno, realmente no creía en Dios en ese tiempo, pero razonaba que si había alguien en control de la situación, debía ser Dios. Entonces, culpaba a Dios. Cuando tienes un blanco hacia donde puedes dirigir todo tu dolor encubierto, se vuelve enojo. Y eventualmente se vuelve ira.
En ese momento, me enojaba por todo. Cada vez que alguien me decía algo que me molestaba, explotaba. Le daba puñetazos a las paredes, destruía mi habitación y cosas así. Sin embargo, descubrí que la ira tiene la habilidad de nublar la mente e impide la razón. Aún peor, en el proceso, le hace daño a tus seres queridos. 

Una mejor manera de enfrentar el dolor es llorar, porque no hace daño y te hace sentir muy, pero muy bien.

En una ocasión, estaba en mi dormitorio y había tocado fondo. Estaba muy enfermo y había perdido una gran cantidad de peso. Estaba gritando e insultando a Dios y dándole puñetazos a las paredes, cuando entró mi papá y cerró la puerta. Mi papá era alcohólico en tratamiento. Gracias a los Alcohólicos Anónimos estaba aprendiendo acerca de un Poder Superior, él estaba aprendiendo sobre Dios. Mi papá me miró y me dijo: "Sabes que Steve, no puedo ayudarte. Tus médicos no pueden ayudarte. Tu mamá no puede ayudarte. Tú tampoco te puedes ayudar. El único que te puede ayudar ahora, es Dios". Y se fue de la habitación, cerrando la puerta.
Como acababa de haber maldecido a Dios, no sentía que pudiera estar en la posición de poder pedirle ayuda. Pero ahí estaba yo, y no tenía otra opción. Me puse de rodillas y en medio de mis lágrimas, dije: "Bueno, Dios. Si estás aquí, ayúdame, y yo te ayudaré a ti". En muy poco tiempo, gané todo el peso que había perdido. Mi cuenta de células-T llegó a 365, lo que es bueno. Y me sentía muy, pero muy bien. Y pensé, "Bueno, Dios, gracias. Eso fue genial. ¡Adiós!".

Me gradué de secundaria y fui a dar el examen para entrar a la Universidad en verano. Entonces conocí a mi compañero de cuarto. Cuando llegué a la universidad, allí estaba este tipo rubio, delgado y alto. Quien me dijo: "Oye, ¿quieres ser mi compañero de cuarto? Te ves bastante normal". Y pensé: "Tú no. Pero, bueno... Está bien". Y así nos hicimos compañeros de cuarto y hasta ahora somos muy buenos amigos. Más tarde supe que mi compañero de cuarto era cristiano. En ese tiempo, tenía una idea preconcebida de lo que era un cristiano. Para mí, un cristiano era una persona hipócrita y condescendiente. Eso era todo lo que un cristiano podría llegar a ser para mí, pensaba yo. Pero mi compañero de cuarto era diferente. Él tenía dislexia. Noté que cuando él estudiaba y llegaba a un punto de frustración, él paraba, cerraba los ojos, oraba, respiraba profundamente y volvía al trabajo. Mientras que yo, en su lugar, hubiera estado dándole puñetazos a las paredes y destruyendo cosas. Eso me sorprendía mucho. Yo miraba esto y pensaba: "¿Cómo puedes no quebrar algo? ¡Debes quebrar algo!". Realmente me impresionaba que pudiera actuar de esa manera. Un día, mi compañero de cuarto me invitó a viajar a Daytona Beach por las vacaciones de primavera. Mientras estábamos allá, mi amigo comenzó a hablarle a un chico que estaba a nuestro lado en la playa. Al principio, hablamos de cosas comunes, cosas normales. Entonces mi amigo empezó a tratar de temas más profundos. Yo no quería hablar de eso, pues había estado luchando mucho con cosas complicadas. Es difícil saber que vas a morir tan joven. Además, yo no quería hablar de eso con un desconocido en la playa, así que me quedé fuera de la conversación. Ellos siguieron hablando, y de pronto la charla llegó a un punto en que mi amigo empezó explicar lo que creía como cristiano. Aunque yo siempre tuve una idea preconcebida de lo que era un cristiano, nunca supe realmente lo que creían o pensaban. Entonces comencé a escuchar lo que iba diciendo.

No sé si puedo explicarlo tan bien como lo hizo él, pero dijo algo así: "Creo en Dios, obviamente. Y creo que Dios nos creó para estar en relación con él. Pero nosotros no queremos estar en esa relación, por eso nos apartamos de él. A esa actitud o a esa rebelión (aunque sea de manera activa o sólo una indiferencia pasiva) la Biblia lo llama pecado. No me gusta la palabra "pecado", por lo que yo lo llamo "apartarse de Dios". Y debido a eso, y a pesar de que fuimos creados para estar en relación con él, hay un castigo. El castigo por nuestra rebelión es la muerte; nosotros morimos. Y hay una muerte espiritual, ya que estamos separados de Él". 

Y yo pensé: "eso sí que suena buena onda". Entonces dije: "Pero Dios nos ama". Y él me dijo: "Pero Dios también es justo. Amor sin justicia, no significa nada". Eso no tenía sentido para mí. Entonces me dijo: "Bueno, imagínate a la persona que más quieres en el mundo. La persona a quien darías tu vida, sin pensarlo. Entonces, imagínate que te separas de esa persona y la dejas de ver por mucho tiempo. Un día, ves a esa persona a lo lejos y corres hacia ella para abrazarla, pero te detiene y te dice: 'No, tú te apartaste de mí, ¿recuerdas?' Ahora imagínate apartándote de Dios, el amor más grande del universo". Y pensé: "Uy! Esto no suena nada de bien". Y continuó: "Bueno, afortunadamente, esto no para ahí. Porque Dios nos ama tanto y se preocupa tanto de nosotros, que decidió pagar el castigo que nosotros merecíamos. Envió a su Hijo, Jesucristo, a morir en la cruz en nuestro lugar. Y debido a que Jesucristo (siendo Dios mismo en carne) vivió una vida intachable, él podía pagar por nuestro pecado. Él pagó por nosotros". Y dijo: "Entonces, Jesucristo resucitó al tercer día. Conquistó la muerte espiritual y nos ofreció vida eterna. Ahora ya no sólo no moriremos, sino que iremos a vivir en la eternidad con el amor más grande del universo". Yo dije: "Wow!". "Pero..." agregó, "la clave es, que aunque nos ofreció esto y pagó el castigo, si no aceptas su ofrecimiento... es tu decisión". Yo no estaba entendiendo todo esto con claridad, y afortunadamente el otro chico tampoco. Por lo que mi amigo dijo: "Ok! Imagínense conduciendo a 150 kph y el límite es de 50. Estás a altísima velocidad y de pronto te para un policía, para darte una multa. Para pagar esa multa, tienes que ir a la corte al día siguiente. Cuando entras a la sala de la corte, miras al juez y te das cuenta que el juez es tu papá. Él te mira y te pregunta: "Steve, ¿quebrantaste la ley?" Y tu le respondes: "Sí". Entonces él dice su sentencia, golpeando la mesa con el martillo: "OK, una multa de 500 dólares o dos días de cárcel". ¡Y eso es todo! Ahora, debido a que él es justo e imparcial, tuvo que sentenciarte. Sin embargo, repentinamente, el juez se baja del estrado, abre su billetera y te da los 500 dólares. Debido a que te ama, él va a pagar la multa. Pero tú tienes que aceptar el pago. Él está ahí con los 500 dólares, diciéndote que los tomes. 

De la misma manera, tu le puedes decir a Dios: "No, no quiero. Yo voy a pasar la eternidad separado de Ti". Es tu decisión. Mi amigo, además, nos dijo que la forma de aceptar el pago de Dios es por medio de la oración. Él dijo: "El pago de Dios simplemente se acepta. Es por gracia. No hay nada que podamos hacer para ganarlo, es un regalo de Dios". Esta fue la primera vez que escuché hablar de la gracia. Él continuó: "Es un regalo que se acepta por fe mediante la oración". Y entonces mi amigo, le ofreció al chico de la playa que oraran juntos. Mientras mi amigo oraba en voz alta, yo también oré, pero en silencio. Desde ese momento hasta ahora, mi vida tomó una perspectiva completamente distinta. Nunca más tuve que acostarme cada noche preocupado por si iba a despertar al día siguiente. Nunca más tuve miedo de la muerte, porque la muerte ya no era un final de oscuridad. Ahora cuando muera, pasaré para siempre a la eternidad, con el amor más grande del universo. El Amor que me liberó.


Mis padres también aceptaron el regalo de Dios. Oraron tal como yo lo hice, y sus vidas también han tomado una perspectiva completamente nueva. Es asombroso pensar que ellos me hubieran dejado partir aún cuando sabían que probablemente tenía sólo seis meses de vida. Puedes imaginar lo difícil que ha sido para ellos ver morir a su hijo sin poder hacer nada. Pero ahora la única razón por la cual ellos pueden vivir con eso, la única razón por la cual yo puedo vivir con eso, es que cada uno de nosotros tenemos a Cristo en nuestras vidas.
¿Te puedo dar la oportunidad de aceptar el regalo de Dios? Si tu tuvieras el remedio para el SIDA, estoy seguro que de que me lo darías a mí. Y yo ya sé como llegar a la eternidad, y que es un regalo de Dios. Entonces, yo te lo ofrezco a ti. Si estás pasando por algo que no puedes soportar y te gustaría que alguien estuviera contigo cuando todos te han dejado, entonces te invito a orar conmigo ahora mismo. No vamos a decir ninguna frase mágica. Ni tampoco es alguna gran emoción o pensamiento. Sino que es el principio de una relación con Dios. Y tal como cualquier relación, necesita tiempo y dedicación. Te ruego: si sientes la necesidad, no dejes que pase esta oportunidad. Es gratis.

Entonces voy a orar. La oración no tiene nada que ver con cerrar los ojos, inclinar la cabeza, levantar las manos o gritar: "¡Aleluya!" Nada que ver. Es una actitud del corazón. Es decirle a Dios: "Dios, he quebrantado la ley y te he alejado de mí. Quiero volver para aceptar tu regalo". Si te sientes así, por favor, hace ahora la siguiente oración: "Señor Jesús, te necesito. Gracias por morir en la cruz para mí. Te pido que entres en mi vida y me hagas la persona que siempre has querido que sea. Amén".

Ahora, si hiciste esta oración sinceramente, has comenzado la mayor relación que podrías tener - una relación con Dios. Y esto, no termina con una oración. Una relación con Dios, es un proceso. Lo que significa que debemos confiar diariamente en Dios, intentando no hacer necesariamente lo que quieras o lo que te hace sentir bien, sino lo que crees que Dios quiere que hagas. Algunos me han dicho: "El cristianismo funciona para ti y eso está bien. ¿No podrían funcionar otras religiones para otras personas?" Es una buena pregunta. Creo que Dios nos dio una manera de llegar a Él - a través de la muerte de Jesucristo en la cruz - aunque hay elementos de verdad en otras religiones. Me refiero mayormente, a los códigos éticos - "Haga esto siete veces al día y lo llevará a Dios". Pero si estás trabajando para llegar a Dios, ¿cuánto trabajo es suficiente? ¿Cómo vamos a saber, cuando hayamos llegado a ese punto? Pienso que es allí donde el cristianismo encuentra su verdad: en la gracia de Dios. Cuando sabemos que nunca vamos a poder llegar a la perfección, podemos depender de su perdón. La meta es caminar en su senda, a pesar de que nos equivoquemos constantemente. Siempre cometemos errores, pero debemos seguir adelante y trabajar en ello, confiando en la gracia de Dios. Oremos. Leamos la Biblia. 

Busquemos lo que Dios quiere para nosotros. Algún día lograremos la paz. Puede que no sea hasta que estés en el cielo, pero entonces será para siempre.

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