Cuando estudiamos la Biblia, vemos que Abraham, en su camino a la tierra que Dios le mostraría, pasó por Egipto. Dicen los teólogos que, cuando Abraham salió de Egipto, llevó consigo también a Agar. Un poco más adelante, en Génesis 15 y 16, vemos la queja de Abraham con Dios de que le había prometido tantas cosas grandes, tantas bendiciones, pero no tenía todavía un hijo. Entonces, Dios le dice que le daría un hijo, que le prosperaría y le bendeciría. Pero, en un momento de crisis, de dificultad, Abraham toma el camino fácil. Sarah le dice: Toma a mi sirvienta. Y Abraham tiene, con Agar, a Ismael. Por trece años, Abraham piensa que Ismael es el hijo de la promesa. Por trece años más, detiene el plan de Dios para su vida.
Una de las peores cosas que podemos llevar con nosotros al salir de Egipto son las ilusiones de cosas que hemos traído del mundo y que pensamos que son de Dios, simplemente, por un momento de flaqueza en nuestra identidad. Abraham no tenía que pasar por Egipto; fue a Egipto porque no le creyó a Dios, en el momento de crisis.
En Génesis 12, dice que Abraham salió a tierra de Canaán, y llegó a su destino; pero un momento de crisis le hizo descender a Egipto. Sin darnos cuenta, muchas veces, en los momentos difíciles, comenzamos a comprometer quiénes somos y cómo nos vemos delante de Dios, comenzamos a cargar con Agar, con cosas que pensamos que fue Dios, pero que en realidad no ha sido él. Comenzamos a cargar con relaciones de las que después tenemos que despojarnos; comenzamos a caminar con oportunidades que parecían divinas, pero que no eran de Dios. Y, sin darnos cuenta, estas cosas nos atan, y mantienen atado a Dios de hacer lo que él quiere hacer con nosotros.
Abraham tuvo que tomar una difícil decisión, cuando su esposa Sara le dice: Agar tiene que irse junto a Ismael, pues este molesta a nuestro hijo Isaac. La Biblia relata que Abraham despide a Agar y a su hijo Ismael.
Hay momentos difíciles, en los que te tienes que despegar de algo de lo que te enamoraste porque te ilusionaste, pero no es lo que Dios tiene para ti; y tienes que reconocer que fue un momento de baja autoestima, de poca identidad. Hay cosas en nuestra vida que, hasta que no seamos capaces de despegarnos de ellas, no nos podremos mover hacia lo que es el plan de Dios para nuestra vida. Aquello que pensamos que fue de Dios, pero no fue, molestará a aquello que realmente Dios nos ha querido entregar.
Créele a Dios. Deja atrás aquellas cosas que fueron tu ilusión, aquellas cosas que has pensado que eran de Dios, pero no lo son. Es vital que cada paso que vayas a dar hacia lo que Dios tiene para ti, sea porque realmente sepas que es eso lo que Dios quiere para tu vida. Permita Dios, y te dé la sabiduría de que, en tu caminar hacia el destino que él tiene para ti, tú puedas vivir sin ilusionarte con cosas que Dios no te entregó, para que puedas obtener aquellas que él sí tiene para ti, y aquellas con las que te ilusionaste, nunca más perturben a las que Dios tiene para tu vida.
Hay cosas que llegó el momento de dejarlas ir, porque estorban el plan de Dios para tu vida. Lo que no dejas ir, es porque, por mucho tiempo, esas cosas te han identificado. Pero esas cosas son cargas, y Dios no las va a remover, hasta que tú no las quites. Deja atrás aquello que estorba tu camino hacia el destino de Dios para tu vida.
0 comentarios:
Publicar un comentario