COMO EVITAR LA FRUSTRACIÓN Y TRISTEZA


1. Siempre cree en ti misma. Dios te ve como una persona fuerte y valiente, no le lleves la contraria.  Es normal que hayan días en que nos dan deseos de abandonarlo todo. Pero, indiscutiblemente, hay que aprender a superar los obstáculos sin perder de perspectiva quiénes somos y el poder que el Señor nos ha dado sobre las dificultades.  No te canses de creer en ti.  No te rindas y sé valiente.
2. Aprende que tú puedes cometer errores.  Los errores, no son errores, son lecciones dentro de la escuela de la vida.  La vida es un constante fluir y los errores son parte de la experiencia cotidiana.  Esto es algo que debes saber y aceptar: ¡no eres perfecto!  Todos estamos en ese proceso de alcanzar la estatura de Cristo.  El mismo apóstol Pablo decía que no pretendía haberlo alcanzado, pero que una cosa hacía, se extendía al blanco y todos sus errores los estimaba como basura.  En las escrituras originales de la Biblia no se usa la palabra “basura”, sino “estiércol” que quiere decir fertilizante.  Si algún uso le damos es porque hemos aprendido que de los errores hemos sacado mucho más provecho que de los aciertos.
3. Mírate como un ser humano, no como una máquina. ¡Cuánta gente se siente fracasada y triste por la sobrecarga!  Penosamente, son cargas que nadie les exige, sino que son autoimpuestas.  Trátate con amor y con mano suave.  
4. Deja de rescatar a todos todo el tiempo.  No es justo tomarle prestado los problemas a los demás. No, no es justo, no es justo para ti.  La gente necesita aprender a manejar sus propias situaciones y mientras tú estés rescatándolos no van a aprender a hacer nada.
5. Cierra las gavetas abiertas.  No revivas el ayer a menos que sea para derivar un fruto de armonía y gozo.  De otra forma, trabaja el ayer como algo que se ha ido para siempre.  Concéntrate en las cosas buenas que están pasando AHORA  en tu vida.
6. Puede ser que alguien te haya hecho sufrir mucho, pero no tienes por qué seguir perpetuándolo en tu mente.
7. Comprende que el desierto es un lugar de transformación.  Solemos asociar el desierto con crisis.  En el dialecto chino mandarín la palabra “crisis” es sinónimo de oportunidad.  El desierto es el lugar donde nos dan forma, no sólo para el Cielo, sino para nuestra travesía aquí en la Tierra.  En mi experiencia, Dios no ha desperdiciado ni un día que yo haya estado en Horeb para hacerme crecer.
8. No esperes mucho de la gente. Explora todas las posibilidades, no te amedrentes ante ningún reto, dale la cara, ponte a la altura de la situación. Así, la vida será como el fuego o como la primavera.  Considera las dificultades como un desafío y no te dejes vencer por nada, ni por nadie.  Cuando esperamos mucho de la gente podemos recibir desilusiones. “No puedes esperar que el árbol de limones te dé  naranjas”. Ante el árbol de limones tenemos dos alternativas,  o lo cortamos de raíz porque lo que necesito son naranjas, o decido que me encanta la limonada.
9. Cree que el tiempo de Dios, siempre es mejor.  Cuando somos desesperados y no vemos resultados en el momento en que los queremos, invitamos a la frustración y a la tristeza a que se sienten con nosotros en la sala de la casa a tomarse un chocolate caliente. Sin embargo, Dios tiene un tiempo perfecto para ti para la contestación de tu oración y para el cumplimiento de tus sueños. En Habacuc 2:3 dice: “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, más se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará”.  ¿Puedes escuchar lo que Dios te dice hoy?: “Reposa y observa lo que estoy haciendo, vigilante, sin ansiedad, te quiero así, mirando y caminando en paz”.
10. Concéntrate en las soluciones.  Preocuparte no hace que las situaciones que te entristecen o te frustran cambien.  No te dejes arrastrar por el dolor. Actúa aunque tengas miedo, así como lo hizo Moisés frente al mar Rojo para cruzar al otro lado.  Aunque te dé miedo, la única manera de encontrar una solución es darle la cara al problema.

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