Pues no tenemos acceso alguno a Dios como un ser (aunque
supremo) entre otros seres, sino sólo desde su presencia libre,
creadora y actuante en Cristo, en quien nos sale al encuentro.
Aparece aquí la paradoja radical que va a definir, en un primer
momento, el pensamiento barthiano, que empieza utilizando
como clave una metáfora política: la «revolución de Dios» que
irrumpe como una ruptura cósmica que adviene no desde el
más acá, desde la inmanencia, sino desde el más allá afectando
a la humanidad en su conjunto. Algo que no es disociable de
la escatología y, por ello, del juicio de Dios y su trascendencia.
Aparecen aquí, como en germen, claves que Barth utilizará
con profusión: la dialéctica, la trascendencia divina en amor-libertad,
la radicalidad escatológica que eleva lo divino infinitamente
sobre lo humano; la contraposición absoluta entre el
Creador y la criatura
El Comentario va a romper así con la
tesis que contemplaba la santidad como fruto del comportamiento
humano religioso o ético y, por ello, como posesión
propia.
En esta obra, Barth «no pretende informar, sino transformar
», utilizando fórmulas paradójicas, para desasosegar al
hombre y sacarlo de sus casillas.
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