Me pregunto cuántas personas oramos para que el fuego caiga pero no nos damos cuenta de nuestras actitudes personales. Me pregunto cuántos oramos por avivamiento pero no pensamos en examinarnos a nosotros mismos. Me pregunto cuántos vamos a la iglesia a adorar a Dios y oír un sermón pero no somos conscientes de los asuntos personales que hacen que la Paloma se quede quieta. Me pregunto cuántas veces contristamos al Espíritu y no sentimos convicción de pecado en absoluto.
Por tanto, si quiere saber lo que contrista al Espíritu Santo, lea Efesios 4:30-32.
Amargura. Es uno de los sentimientos más naturales del mundo. ¡También parece correcto! Todos tenemos tendencia a sentirnos justificados por tener algún sentimiento de amargura. Se produce cuando somos maltratados, dañados, heridos, traicionados, cuando nos mienten, ¡y especialmente cuando sentimos que estamos defendiendo lo que es justo y verdadero! Hay otro ingrediente en la amargura: santurronería. Esta suele ser muy a menudo la causa. Como sentimos que tenemos razón, puede que no sintamos convicción de pecado; a menos, claro está, que desarrollemos una aguda sensibilidad a los caminos del Espíritu.
La amargura es el resultado de la falta de perdón. En la conclusión de esta sección sobre contristar al Espíritu, Pablo exhorta:
“Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo” (Efesios 4:32).
Perdonar por completo a quienes nos han ofendido erradica la amargura en nosotros. Esto se produce cuando usted decide y lleva a la práctica:
Nunca decirle a nadie lo que “ellos” hicieron.
No dejar que ellos le teman o se sientan nerviosos a su alrededor.
No dejarles sentir culpables sino pasar por alto lo que hicieron, aunque ellos no sepan lo que han hecho (recuerde cómo Jesús perdonó en la cruz, Lucas 23:34).
Permitirles que guarden las apariencias en vez de restregárselo por las narices (como José perdonó a sus hermanos, Génesis 45:8).
Aceptar este asunto del perdón total como un estilo de vida permanente: usted lo hace hoy, y dentro de un año, y dentro de diez años.
Bendecirles. Cuando puede orar sinceramente por ellos para que sean bendecidos (para que tengan éxito y no sean castigados), y lo hace de corazón, es casi seguro que no quedará nada de amargura.
El perdón total y la morada del Espíritu no contristado son prácticamente lo mismo. Asegura que la Paloma se quede y se sienta como en casa con nosotros.
Ore siempre por la convicción de pecado. ¿Por qué? Porque el corazón es engañoso más que todas las cosas y perverso (Jeremías 17:9). Para asegurarse de que ha perdonado totalmente, pídale al Señor que le muestre cuándo no ha perdonado totalmente a otros.
¡Espero que quiera saber si no ha perdonado totalmente! Cuando hay convicción de pecado, es una buena señal de que Dios está en su caso, especialmente si se siente sinceramente apenado delante de Dios por su santurronería y sentimiento de derecho. Una vez que sienta la convicción, el siguiente paso es apelar al viejo versículo de 1 Juan 1:9 (principalmente para los cristianos): “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”.
Lleve un buen control con el Señor. En cuanto sienta la amargura, y que la Paloma se aleja de usted, acuda al Señor. Recuerde 1 Juan 1:9. Él es fiel.
El objetivo es tener una comunión sin fisuras con el Espíritu Santo para que no haya discontinuidad al sentir su sonrisa y su presencia. A fin de cuentas, usted quiere que la Paloma permanezca.
Rabia y enojo
Dios puede mostrar su ira, ¡pero nosotros no! Parece injusto, ¿verdad? Pero así son las cosas. No importa cuánta razón podamos tener usted y yo, incluso teológicamente, cuando perdemos los nervios somos nosotros los que nos equivocamos, ¡aunque tengamos razón! El fruto del Espíritu Santo es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio (Gálatas 5:22-23). Todo lo que estoy diciendo acerca de la Paloma en este capítulo se puede resumir en esto: es el fruto del Espíritu Santo. Si estoy lleno de rabia y enojo y afirmo que el Espíritu Santo ha descendido sobre mí con poder, anote: es fuego extraño.
Pelear y difamar
La Nueva Versión Internacional dice “gritos y calumnias” (Efesios 4:31). Gritos significa alzar mucho la voz. La sabiduría que viene de “abajo”, dice Santiago 3:13-15, es “terrenal” y “diabólica”. Una pelea de gritos demuestra que el diablo ha conseguido hacer de las suyas.
Calumniar es hacer declaraciones falsas y dañinas acerca de alguien. Quizá se pregunte: “¿Pero qué ocurre si es verdadero?”. Yo sólo diría: tenga mucho cuidado. Puede que esté diciendo la verdad, pero qué motivo tendría para dañar el nombre o la reputación de otra persona.
Toda forma de malicia
Esto básicamente significa mala voluntad. Lejos de desear el bien a una persona, quiere que le vaya mal, que le atrapen, que sea expuesto. Una motivación así tiene su origen en la carne y el diablo. El Espíritu Santo no le llevará a desear cosas malas a una persona. La venganza le pertenece a Dios (Romanos 12:19). Si la persona que usted espera que reciba su merecido en verdad es una mala persona, déjeselo a Dios. No lo toque. No le prive a Dios de lo que mejor hace, es decir, de traer venganza y de reivindicar. No compita con la experiencia de Él. La lista de lo que contrista al Espíritu Santo continúa en Efesios 5. No pase por alto lo obvio en Efesios 5:1-7.
Inmoralidad sexual
Pablo pide que ni tan siquiera “se mencione” la inmoralidad sexual. Esto significa que no puede ser demasiado cuidadoso cuando se trata de la conducta y la tentación sexual. Esto incluye flirtear: decir algo que espera que incite a una persona a tener pensamientos de lujuria hacia usted. Cuando Santiago habla de la “pequeña chispa” que enciende todo un bosque (Santiago 3:5), eso puede suceder o bien desahogando su enojo, por un comentario irreflexivo, o haciendo un comentario intencional que tiente a otro.
Seamos francos: la promiscuidad sexual ha sido un problema sobresaliente entre líderes evangélicos carismáticos y conservadores. Lo más sorprendente es que a menudo se esconde debajo de la alfombra. Nada causa mayor deshonra al nombre de Cristo y la iglesia como el escándalo sexual. Al mundo le encanta. A la prensa le encanta. ¡A las revistas de moda les encanta! Lo más triste de todo es la abierta falta de indignación entre algunos líderes cristianos que han sido sexualmente inmorales y algunos de sus seguidores. Eso sí que es fuego extraño. Eso sí que es contristar al Espíritu Santo.
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