Al hablar de fidelidad nos vienen a la memoria
otros términos como lealtad, nobleza, honradez. Y es que aunque abarcando una
mayor riqueza de significados, algo tiene de cada uno de ellos. Ella nos evoca,
por ejemplo, la actitud de quien cumple puntualmente un compromiso adquirido, o
la del amigo verdadero con quien siempre se puede contar y que no nos defrauda
ni en las buenas ni en las malas.
Siempre que se trata de fidelidad, se supone la
existencia de un pacto, una alianza, de un compromiso contraído por dos partes.
Este puede ser explícito, como es el caso de un contrato legal, por ejemplo; o
implícito, como el compromiso que supone toda amistad verdadera.
VIVIR LA FIDELIDAD
Hablamos aquí de la amistad entre Dios y los
hombres, cada uno de los hombres, amistad que encuentra su raíz en los
dinamismos fundamentales inscritos en nuestro ser.
Al crearnos por amor, Dios nos ha llamado a todos a
comunicarnos con Él, a la amistad con Él, a entrar en comunión con Él, a
participar de la plenitud de Vida y Amor que constituye su misma esencia. Tal
es el Plan de Dios. Tal es el hermoso designio divino para cada uno de
nosotros. Sin embargo, luego del pecado original, ruptura fontal, el hombre se
aleja de su Creador. El cumplimiento de este llamado habrá de esperar, pues, el
don de la Reconciliación que, por iniciativa divina, nos es dado en el Señor Jesús
tras un largo proceso de preparación.
En dicho proceso el Señor nos muestra cómo Él es
siempre fiel a ese amoroso compromiso de los orígenes. Eso le fue enseñado ya
en el Antiguo Testamento al pueblo escogido, a Israel: "Yahvé tu Dios es
el Dios verdadero, el Dios fiel que guarda su alianza y amor por mil
generaciones a los que le aman y guardan sus mandamientos" (Dt 7, 9). Esa
fidelidad de Dios ha sido testimoniada en la Encarnación del Hijo y en su
entrega por nosotros en su obra de Reconciliación (2Cor 5, 18-19; Jn 3, 16).
Esa fidelidad de Dios nos ha sido testimoniada a la luz de la plena revelación
del Señor Jesús en el Nuevo Testamento. Así nos dice el Espíritu Santo a través
de San Pablo: "El mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo
vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la
Venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama y es Él quien lo
hara" (1Tes 5, 23-24).
Pero mientras que Dios es siempre fiel a su amor en
favor del hombre, por nuestra parte debemos corresponderle con nuestra
fidelidad a Él, la misma que se expresa en nuestra fidelidad en el cumplimiento
de su Plan de Amor para con nosotros. De nada servirá contar con la fidelidad
del Señor si no colaboramos con una respuesta activa. Acordémonos de que
"no todo el que diga Señor, Señor entrará en el Reino de los cielos, sino
el que cumpla la voluntad del Padre celestial" (Mt 7, 21). Y porque
nuestros dinamismos fundamentales están orientados en esa dirección de nuestro
encuentro con Dios, nuestra respuesta cada vez más fiel a su llamado será para
nosotros un impulso creciente en la senda de nuestra realización como hombres.
El camino de la fidelidad al Señor es el camino de fidelidad a nosotros mismos.
TRAS LOS PASOS DEL SEÑOR
JESÚS
El Señor Jesús nos enseña con toda claridad cómo
responder fielmente al designio divino. El todo está cumplido, que según consta
en el Evangelio de San Juan (19, 30) es la última frase del Señor durante su
agonía en la Cruz, es el impresionante testimonio de una existencia terrenal
formado de constantes respuestas positivas al Plan reconciliador del Padre. El
Señor Jesús declara: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha
enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4, 36), y manifiesta la tremenda importancia
de la respuesta al llamado de Dios, respuesta que aparece como fundamental,
necesaria para la propia vida, como una exigencia ineludible. La completa
fidelidad del Señor comprende, por otro lado, los momentos importantes de su
vida tanto como los pequeños, especialmente. Él mismo nos ha enseñado que
"el que es fiel en lo poco es fiel en lo mucho" (Lc 16, 10). La
fidelidad en la respuesta al llamado del Señor en lo cotidiano constituye la
fidelidad que se manifiesta en los hechos de importancia para la propia vida y
la de los demás.
¿Cuál es la raíz, el núcleo del cumplimiento del
Señor Jesús? ¿Qué es lo que motiva su entrega absoluta y constante en ese
cumplimiento? La respuesta en el amor: "Sabiendo Jesús que había llegado
su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban
en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1). ¿Qué nos dice esto a
nosotros? Nos impulsa a una respuesta fiel animada por el amor: "Amarás al
Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, y
con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo" (Lc 10, 27. Jn 15, 12).
Estamos invitados a vivir el amor, pues, será el único criterio de verificación
de nuestra fidelidad.
1
Crónicas 28:1-21
Si
algo maravilloso hace Dios en nuestras vidas, es honrar la fe que profesamos,
pero además, derramar abundantes bendiciones en nuestras vidas cuando caminamos
en fidelidad delante de Su Presencia. Basta que nos rindamos a Él, nos movamos
en Su voluntad, y Él no se dejará esperar porque nos ama con Sus hijos y quiere
lo mejor de lo mejor para usted y para mí.
I. LA
FIDELIDAD A DIOS TRAE BENDICIONES (vv.2-8)
1. Es necesario atender las orientaciones de
Dios (vv.2-4)
a. David
no se empecinó con sus proyectos
b. La fidelidad a los preceptos de Dios,
afirmaría el trono de Salomón(vv.6-7).
2. Es necesario recobrar los principios y
valores contenidos en la Palabra (v.8).
a. La
fidelidad a Dios asegura generaciones bendecidas por El.
b. Hemos dejado de
ser cristianos sujetos a la Biblia para ser cristianos de conveniencia.
II. LA
FIDELIDAD A DIOS CARACTERIZA A LOS CRISTIANOS(vv. 9, 10).
1. El cristiano auténtico reconoce a Dios en sus
caminos (v. 9 a).
2. El cristiano auténtico busca y sirve a Dios
con el corazón (v. 9 b).
3. El cristiano auténtico es transparente con
Dios (v.9 c).
“Dios
examina sus corazones...”
4. El cristiano auténtico tiene conciencia de su
misión (v. 10).
III.
LA FIDELIDAD A DIOS NOS AYUDA A MATERIALIZAR LOS PROYECTOS (VV.20, 21).
1. Son necesarios dos principios: valor y
firmeza (v. 20 a).
2. Si somos fieles, Dios nos acompañará (v. 20
b.)
Conclusión:
El
mundo reclama hombres y mujeres que marquen una pauta de vida, que se
constituyan en ejemplo. Y una forma eficaz de trazar derroteros que no solo
sean convincentes sino que traigan impacto a quienes nos rodean, es mediante la
fidelidad a Dios. Quienes han crecido espiritualmente, tal como lo registra la
Biblia, fueron aquellos que guardaron fidelidad a Dios en todos los órdenes. Es
necesario que recuperemos hoy esa fidelidad.
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