En Apocalipsis 2:1-7, Pablo nos narra la palabra dada a la iglesia en Éfeso. Específicamente en el verso 3, dice: Has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.
Trabajamos arduamente por muchas cosas; por la casa, por nuestros hijos, por nuestro matrimonio. Pero lo que está escrito en estas líneas, está escrito para aquellos que trabajan arduamente por el nombre del Señor. Aun así, la escritura añade: Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor; y a esto añade una exhortación de arrepentimiento, de volver a las primeras obras.
Más adelante, dice que, al que venciere, le dará de comer del árbol de la vida, que está en medio del paraíso de Dios. Y es que, siempre que Dios nos pide algo, también tiene grandes promesas. Él pidió que escucháramos al Espíritu, que no dejáramos nuestro primer amor, que tuviéramos pasión ardiente por él, porque él tiene una recompensa para nosotros: Darnos de comer del árbol de la vida.
Es muy triste cuando tenemos una pasión ardiente y tenemos que trabajar con gente que no comparte la misma pasión. Por más ánimo que tengamos, esto toca nuestro corazón. Una de las cosas más difíciles para los líderes es esta. Y el verdadero líder, rápidamente se da cuenta de quiénes tienen la misma pasión y quiénes no.
En nuestra vida con el Señor, constantemente buscamos que el Señor se interese por nuestras cosas. Cuando tenemos una necesidad, nuestro tiempo de oración es muy fuerte, muy apasionado; mientras que, cuando no tenemos tanta necesidad, tendemos a reducir nuestro tiempo de consagración a Dios.
Y la pregunta es: ¿Cuánto interés has demostrado tú, en las cosas del Señor?
Queremos que Dios se interese por nuestras cosas, por nuestros asuntos, por nuestras necesidades, y tenemos que entender que Dios quiere que haya en nosotros la misma pasión con la cual él entregó su vida en la cruz del Calvario por cada uno de nosotros.
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