En cada situación, de alguna manera José no desaprovechó su dolor. Creo que José era un adorador. La Biblia dice: “Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano” (Génesis 39:3). Pero José no solo tuvo favor en los buenos tiempos; lo tuvo también en los malos.
"Y tomó su amo a José, y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel.
Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel. Y el jefe de la cárcel entregó en mano de José el cuidado de todos los presos que había en aquella prisión; todo lo que se hacía allí, él lo hacía. No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba" (Génesis 39:20–23).
El favor viene a aquellos que están en comunión con el Señor.
El favor viene a la vida de aquellos que adoran incluso cuando están heridos. La Biblia dice que el Señor habita en la alabanza (Ver Salmo 22:3). José tenía la habilidad de tomar su dolor y convertirlo en alabanza. Su alabanza estuvo presente cuando lo echaron a la cisterna, cuando lo vendieron como esclavo, cuando mintieron acerca de él, cuando lo acusaron de violación, cuando lo lanzaron a la prisión y cuando lo olvidaron y lo dejaron abandonado.
Yo llamo a esto adoración herida. José no desaprovechó su dolor. Permaneció firme en la crisis y el caos. Permaneció fiel a su sueño a pesar del desaliento y la desesperación. Miró hacia arriba cuando todo iba hacia abajo. Convirtió su dolor en alabanza y sus heridas en adoración.
Un verdadero adorador es alguien que puede adorar cuando todo va mal, incluso cuando él o ella lo ha hecho todo bien. Creo que una de las adoraciones más preciosas que puede ofrecer a Dios es la adoración herida. Esta clase de adoración declara: “Señor, estoy herido y no comprendo esta temporada. Soy un adorador herido, pero te traeré lo que tengo”. Esa es la clase de adoración que confunde al infierno y conmueve al cielo.
La prueba más verdadera de un adorador es cómo alaba en medio de su dolor. No desaproveche su dolor.
No permita que su dolor determine su posición. ¡No desaproveche su dolor; adore al Señor en medio de su desastre y vea cómo Dios lo levanta en el debido momento!
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