ASESINOS DE SUEÑOS

José enfrentó el dolor de la falta de reconocimiento. Su don había hecho que liberaran al copero. Los soñadores son dotados, creativos y productivos. Con el objetivo de proteger su corazón del dolor de la falta de reconocimiento, tiene que recordar quién le dio su sueño y por qué lo tiene. No se trata de usted, sino que se trata de los otros a los que servirá. De todas formas, el verdadero reconocimiento no nos pertenece; le pertenece a Dios. Tiene que caminar en humildad para proteger sus emociones. Haga lo que sea sin esperar nada, sin ninguna otra motivación y sin el deseo de que lo reconozcan. Recuerde las palabras de nuestro Señor: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40). 
En cada situación, de alguna manera José no desaprovechó su dolor. Creo que José era un adorador. La Biblia dice: “Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano” (Génesis 39:3). Pero José no solo tuvo favor en los buenos tiempos; lo tuvo también en los malos. "Y tomó su amo a José, y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel. 
Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel. Y el jefe de la cárcel entregó en mano de José el cuidado de todos los presos que había en aquella prisión; todo lo que se hacía allí, él lo hacía. No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba" (Génesis 39:20–23). El favor viene a aquellos que están en comunión con el Señor. 
El favor viene a la vida de aquellos que adoran incluso cuando están heridos. La Biblia dice que el Señor habita en la alabanza (Ver Salmo 22:3). José tenía la habilidad de tomar su dolor y convertirlo en alabanza. Su alabanza estuvo presente cuando lo echaron a la cisterna, cuando lo vendieron como esclavo, cuando mintieron acerca de él, cuando lo acusaron de violación, cuando lo lanzaron a la prisión y cuando lo olvidaron y lo dejaron abandonado. 
Yo llamo a esto adoración herida. José no desaprovechó su dolor. Permaneció firme en la crisis y el caos. Permaneció fiel a su sueño a pesar del desaliento y la desesperación. Miró hacia arriba cuando todo iba hacia abajo. Convirtió su dolor en alabanza y sus heridas en adoración. Un verdadero adorador es alguien que puede adorar cuando todo va mal, incluso cuando él o ella lo ha hecho todo bien. Creo que una de las adoraciones más preciosas que puede ofrecer a Dios es la adoración herida. Esta clase de adoración declara: “Señor, estoy herido y no comprendo esta temporada. Soy un adorador herido, pero te traeré lo que tengo”. Esa es la clase de adoración que confunde al infierno y conmueve al cielo. La prueba más verdadera de un adorador es cómo alaba en medio de su dolor. No desaproveche su dolor. 
Tome cada situación y comience a alabar mientras sale de ella. Las palabras y las canciones fieles que salen del corazón traerán sanidad, esperanza y felicidad. Cuando sabe que Dios todavía está con usted, podrá vencer todos los obstáculos que encuentre en el camino. Dios merece su alabanza a pesar de sus circunstancias. La Biblia dice: “Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad” (Salmo 29:2). Eso significa que, a pesar de lo que sea, Dios ha sido bueno con usted y debe alabarlo hasta ese nivel. Su nivel de alabanza dependerá de su visión; ¿qué ve? Eso fue lo que Dios le preguntó a los profetas Jeremías (Jeremías 1:11) y Ezequiel (Ezequiel 37:1–2). Necesita ver las flores en cada temporada. Necesita ver los huesos secos como personas restauradas. Compare su situación con su sueño. Su sueño hará que la alabanza se mantenga en su boca cuando el dolor trate de destruirle el corazón. Su visión determinará su victoria. En su cisterna, vea su salida. En su dolor, vea su potencial. En su temporada de sequía, vea una nube cargada de lluvia del tamaño de la mano de un hombre. En su rechazo, vea su aceptación. En su prisión, vea su palacio. En su desesperación, vea al Señor sentado en su trono, alto y elevado. Comience a declarar la bondad de Dios basándose en lo que Él ha prometido, no en lo que le dicen sus circunstancias presentes. 
No permita que su dolor determine su posición. ¡No desaproveche su dolor; adore al Señor en medio de su desastre y vea cómo Dios lo levanta en el debido momento!

0 comentarios: