
Demasiadas personas quieren a un Jesús especialista en y mercadotecnia que se encargue de hacerles saludables, felices y prósperos. Pero Jesucristo no es el genio de la botella de nadie. Él es el Salvador que murió en agonía para satisfacer la ira de un Dios y perdonar los pecados de la humanidad.
La fe en Él demanda una disposición a hacer cualquier sacrificio que Él pida. La dura verdad del cristianismo es que el es muy alto, pero las recompensas son inestimables: Vida eterna y abundante que viene como resultado de seguir fielmente a Cristo.
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