ACEPTA TU INDIVIDUALIDAD


Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. Romanos 14:5 (NVI)
Me gusta cada uno de los ingredientes del jugo de verduras: tomates, zanahorias, apio, remolacha, perejil, lechuga, berros y espinacas. Sin embargo, casi no puedo soportar beber ni siquiera el mínimo sorbo de esta mezcla saludable. Por otro lado, si me ofrecen estos mismos ingredientes en forma de ensalada, es probable que pida un segundo plato. ¿Dónde está la diferencia? ¡En la individualidad! En el jugo de verduras, todas han sido mezcladas y han perdido su distinción. Mientras que en la ensalada, están en el mismo plato pero han mantenido su sabor individual. Lo mismo ocurre con las personas emocionalmente seguras. Se sienten cómodas manteniendo su singularidad al tiempo que trabajan en armonía con los que son diferentes.
Algunas personas sienten un verdadero temor de aceptar su individualidad. Preferirían vivir de acuerdo con el “instinto de rebaño”. Todas sus acciones están determinadas por la conducta del grupo. El temor a ser juzgado o rechazado por ser diferente es demasiado grande. No le ocurre eso a las personas emocionalmente seguras. Ellas no sienten la presión de imitar el estilo de otra persona u otro aspecto de su ser.
Las mujeres son famosas por resistirse a la indivi­dualidad. Cuando he participado en actividades en el exterior con otras mujeres, invariablemente recibo una llamada preguntándome qué pienso vestir, a pesar del hecho de que la invitación oficial al evento o de la naturaleza de la salida en sí diera claras indicaciones de qué era lo apropiado. “¿Te pondrás un vestido o pantalones?”. Sé que las mujeres en general han sido socializadas para formar parte de un grupo, pero encuentro pocas cosas más agradables que una mujer que se siente relajada y cómoda con sus propias elecciones.
El apóstol Pablo fue un modelo de individualidad. Nunca intentó emular a los otros discípulos que habían gozado de una estrecha relación con Jesús. De hecho, cuando Dios cautivó su corazón y lo llamó a predicar a los gentiles, él no solicitó ninguna sugerencia ni truco de los discípulos más experimentados que tenían prác­tica en ello y habían andado con Jesús a diario. Piensa en su testimonio:
Cuando él tuvo a bien revelarme a su Hijo para que yo lo predicara entre los gentiles, no consulté con nadie. Tampoco subí a Jerusalén para ver a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui de inmediato a Arabia, de donde luego regresé a Damasco. Después de tres años, subí a Jerusalén para visitar a Pedro, y me quedé con él quince días (Gálatas 1:15-18, NVI).
Si bien Pablo no podía alardear de haber tenido una relación terrenal con Jesús, no sentía que no tuviera algo que aportar, incluso a la luz del hecho de que había per­seguido y matado a muchos cristianos. No iba a permitir que su pasado negativo le hiciera sentir incompetente o indigno de su tarea divina. Incluso se sintió lo suficien­temente confiado como para regañar a Pedro por su hipocresía al comer y comulgar con los gentiles y luego ignorarlos cuando llegaban los judíos (ver Gálatas 2). ¿Puedes imaginarte a este recién llegado regañando al gran pilar de la iglesia que tenía tanto poder que hasta su sombra había sanado a personas? Vaya, tendrías que ser el rey de la confianza para hacer eso.
Las personas emocionalmente seguras no solo tie­nen el valor de ejercer su singularidad, sino que también apoyan el derecho de otro individuo a ser diferente. No insisten en el cumplimiento de las normas rígidas que solo tienen como base la tradición o las preferencias personales. No obstante, aceptar la individualidad de la otra persona no significa que deba aceptarse la inmoralidad.
Las personas emocionalmente seguras no creen que diferente signifique inferior o superior. No juzgan a los que visten diferente. Solo para que conste, no apruebo vestimentas raras ni atavíos extraños que deshonran a Dios. Estoy promoviendo una mentalidad de amor y aceptación que trascienda la mera apariencia física.
Las personas emocionalmente seguras no requieren que los demás acepten sin cuestionamientos sus ideas u opiniones, especialmente si se trata de asuntos no esenciales. Tengo dos amigas que emprendieron cada una su camino porque tenían opiniones diferentes acerca de la justicia de un veredicto dado en un asesinato de alto perfil. ¿Qué es lo que pasó con respetar la opinión del otro? Dicho sea de paso, si luchas en contra de que los demás tengan su opinión, una pregunta clave para hacerte a ti mismo es: “¿La postura de esta persona sobre este asunto influirá negativamente en mi vida?”. De no ser así, respeta su opinión y sigue adelante. Si el asunto tiene consecuencias eternas —y la mayoría de los asun­tos no las tienen— ore porque Dios le lleve (o tal vez a ti) hacia la luz de la verdad.
Las personas emocionalmente seguras saben cómo apreciar a alguien “tal como es”. Se dan cuenta de que si los demás hacen “zig” donde ellos hacen “zag”, se producirá una imagen completa en lugar de un rompeca­bezas no resuelto. Aceptar a los demás “tal como son” es a veces un reto para mí porque suelo tener bastantes “reglas” sociales, tales como “no besar sonoramente”, “no usar zapatos blancos después del verano”, “no hablar en voz muy alta en público”, y demás. Con frecuencia debo recordarme que aunque estas puedan ser las reglas de la etiqueta, tengo que aceptar el hecho de que otras personas eligen no cumplirlas.
Muchas mujeres han espantado o han perdido buenas parejas por insistir en amoldarlas a su imagen tallada. Le advertiría a cualquier hombre o mujer que decidiera si él o ella pueden aceptar  verdaderamente a una pareja potencial “tal como es”. Es casi una paradoja universal que cuando una persona sabe que es aceptada incon­dicionalmente, luego desea cambiar para demostrar su  aprecio por tal aceptación. Si estás buscando la perfec­ción, detente. Siempre te eludirá. ¿Hay algún área de tu vida en que temas ser tú mismo? ¿Por qué no das un pequeño paso y ejerces deliberada­mente tu individualidad durante la semana próxima? Además, la próxima vez que alguien exprese una opi­nión que sea contraria a la tuya, simplemente asiente y di: “Respeto tu derecho a diferir”. Resiste el impulso de persuadirlos a que estén de acuerdo contigo

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